Balance

Cuando llegamos a la mitad de vida y hacemos balance de lo que hicimos, suelen aparecer remordimientos.

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El Creador dispone todas las cosas para bien. ¡El es un Señor de orden!
- Anónimo

Cuando llegamos a la mitad de nuestra vida y hacemos un balance de lo que hicimos, suelen aparecer remordimientos. Uno empieza a mirarse más interiormente, a ser más objetiv@. Al mirarse y evaluarse puede que nos enojemos con lo que vivimos o cómo lo vivimos, con lo que hicimos y también con lo que dejamos de hacer.

Es bueno y sabio transitar desde este enojo y confusión hasta llegar a una aceptación de lo que fuimos, de lo que hicimos mal o lo que no hicimos y dejar ir lo que pudo haber sido y no fue. Aceptar nuestra historia es un proceso que requiere tiempo. Comprender que nuestra alma necesitó de todas esas vivencias, de esos aciertos y desaciertos, para llegar mejor a este estado y momento de nuestra vida.

Seguimos cometiendo errores, pero los aceptamos y transformamos, vivimos fmás libres, más relajados, sin tanta prisa. Con humildad dejamos de querer controlarlo todo, de querer ser perfect@s, para que un nuevo corazón nos señale el camino.

Cuando fluimos con la vida recuperamos la armonía. Todas las fuerzas del Cosmos generan los estados del Universo por un impulso que siempre es desde afuera hacia adentro y desde adentro hacia fuera, como las olas del mar que llegan a la orilla de la playa, se repliegan y vuelven al mar, en un ritmo que no tiene fin; amanece y llega la noche; dormimos y despertamos; del invierno a la primavera; nacemos y morimos… Como parte del todo, también pulsan nuestros actos mentales, nuestras emociones, vínculos, tiempos de acercarse, de alejarse, de abrirse, de cerrarse. La terquedad y ceguera del ser humano genera la idea y el intento inútil de que nada cambie, de negar nuestra naturaleza, apegados a la juventud, a siempre vivir en pareja, temiéndole a la crisis, a la muerte, viviendo con ansiedad, rigidez, tensión, distrés, depresión e insomnio, entre otros trastornos.

Al estar preocupados, vivimos más y más estresados, desconectados de los ritmos naturales de la vida sin darnos cuenta de que estamos agotados. Urge otro estilo de vida. Hay que buscar espacios de reflexión, espacios de quietud, de contemplación para escuchar nuestras verdaderas necesidades. Como es en la naturaleza, así es en nosotros también.

Adentro y afuera. Son los pulsos básicos del Cosmos, de allí que una vida solo exterior sin encuentro interior es una vida sin expresión personal integrada. Aceptar los cambios naturales, volver a sintonizar con este pulso nos ayuda a estar más sanos y a recuperar la armonía con el fluir de la vida; para gozar de más armonía en esta cultura que niega el fluir natural que tiene la vida misma.

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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