¿Cuándo se perdió el respeto?

Muy grave está un pueblo cuando arremete contra las instituciones, porque socava así los pilares de su patria, de su gente, de su casa.

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El video se reprodujo exponencialmente en cuestión de horas el pasado lunes por la tarde. En la grabación se ve a tres elementos de la Armada que son cobardemente agredidos en Ciudad Guzmán, Jalisco. Los marinos se excedieron en tolerancia y evitaron así lo que querían los agresores: el enfrentamiento para culparlos de abusos y represión, palabra favorita de quienes odian a los militares, pero acuden a ellos en momentos difíciles.

Después se sabría que las agresiones al personal de Infantería de Marina y la vandalización a sus vehículos fueron obra de células del Cártel Jalisco Nueva Generación, que ordenó una escalada de violencia y movilizaciones para sacar a los navales de esa entidad tras la detención de varios operadores del grupo delictivo, incluida la esposa del líder criminal “El Mencho”.

Como ha venido ocurriendo, la Presidencia y la Semar tardaron en reaccionar y emitir un posicionamiento. La Marina incluso matizó su comunicado diciendo que los marinos actuaron en apego al Manual de Uso de la Fuerza… y en forma disuasiva, parecía una disculpa más que una condena. La cuestionada CNDH reprobó los hechos y demandó una investigación pronta, objetiva e imparcial.

Pero el daño a la naval ya estaba hecho. La revista Proceso tituló su nota “Marina, la imagen de la derrota”. Y sí, eso reflejaba el video, pues como bien acotó el reportero: “Los gritos humillan tanto como los palos y piedras que les avientan”.

No es la primera vez que se agrede a soldados y marinos. En enero de 2015, los padres de los desaparecidos normalistas de Ayotzinapa, apoyados por grupos anárquicos, atacaron varias instalaciones militares y navales en Guerrero, Oaxaca y Chiapas. En junio de ese año, en una comunidad oaxaqueña, la CNTE obligó al Ejército a abandonar las oficinas electorales que custodiaban. Los soldados, que se retiraban a pie, fueron insultados y vejados por los pobladores.

Mal está un país que ha perdido el respeto a sus fuerzas armadas, que agrede a quienes en casos y zonas de desastre son los primeros en salir a las calles a proteger a los ciudadanos, brindarles techo, comida y atención médica, y muy grave está un pueblo cuando arremete contra las instituciones, porque socava así los pilares de su patria, de su gente, de su casa. El daño a la imagen de la institución garante de la soberanía nacional está hecho. Ojalá no tengamos que lamentarlo.

Anexo “1”

En defensa propia

Un reflejo de los niveles de inseguridad que se viven en el país, particularmente en la Ciudad de México, es el intento de asalto a un subteniente en retiro Silvano Rangel Pacheco quien, para evitar ser despojado de sus pertenencias, baleó a dos delincuentes en el barrio de La Merced, el pasado martes. Un joven de 18 años y su cómplice lo interceptaron para quitarle una bolsa de plástico que contenía dinero en efectivo (posiblemente su pensión mensual, porque fue día de pago), sacaron un arma de fuego para golpearlo en la cabeza. Ante la amenaza, Silvano también sacó una pistola y disparó contra sus agresores, uno murió y el otro quedó herido. Tras ser detenido, el subteniente de 56 años de edad quedó en libertad al acreditarse que actuó en legítima defensa para salvaguardar su integridad, según determinó la Procuraduría capitalina.

Hace 12 años, la tarde del 5 de marzo de 2006, en la Ciudad de México, el vicealmirante en retiro Pompeyo León Herrera (quien fue mi comandante en 1975 en el Guardacostas "Ignacio L. Vallarta" siendo él teniente de navío y yo marinero), enfrentó y mató con pistola a un ladrón que intentó despojar a una mujer de su camioneta. Recibió cuatro balazos, estuvo grave, pero sobrevivió.

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