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Ante un panorama electoral tan complejo, el sector militar puede ser determinante, sobre todo en la presidencial, pues atrás quedó el voto “corporativo” en las fuerzas armadas, cambio que se inició en 2003 cuando un grupo de generales y almirantes creó la Alianza Nacional Revolucionaria, que al año siguiente obtuvo registro como agrupación política, recibió dinero del IFE (ahora INE) y terminó por disolverse en 2012 por inactividad.

A diferencia de hace un par de décadas, cuando se acercaba el fin de la hegemonía unipartidista, ahora se percibe más interés en el tema electoral entre militares en activo y en retiro, expresando opiniones en las páginas que han abierto en redes sociales y participando activamente en organizaciones políticas. Los primeros porque un cambio afecta o beneficia el futuro de sus carreras, y los segundos porque reclaman derechos incumplidos, desde económicos (hay muchos amparos para que les actualicen la Previsión Social Múltiple) hasta sociales, o bien aprovechan la coyuntura para alcanzar algún cargo.

Jorge Alejandro Medellín, columnista y analista experto en el tema castrense, señala a esta columna que “hoy, la presencia de marinos y soldados en las calles se volvió un problema, ya sea por el desgaste, abusos documentados (aunque en menor cantidad) pero, sobre todo, por el desinterés y apatía de los gobiernos para profesionalizar a las policías”.

“Lo lamentable –añade– es que los militares se volvieron un mal necesario; sin marco jurídico real, sin contrapesos que los supervisen y les hagan rendir cuentas, con prestaciones laborales cuestionadas, convertidos en actores políticos por la torpeza de la clase política y los vacíos generados, y sometidos a presión por la debilidad y desgaste de las instituciones del país”.

Todo lo anterior pudo incubar el malestar con el gobierno, pero también es un hecho que la polarización civil ha permeado a los cuarteles y tiene que ver con la indignación contra el régimen, y no precisamente en el aspecto económico, sino en lo social y básicamente por la corrupción e impunidad.

Para Medellín, “el voto priista es una tradición cultural y doctrinaria, que habría que ver qué tanto se conserva en cada institución”. Le comento que eso ha quedado rebasado y remata: “Si es así, los cuarteles serán escenario de un cambio trascendental en el país”.

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