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Hablar de elevar la calidad educativa en nuestro país implica considerar muchas cosas, no basta un nuevo modelo educativo o bien inyectarle más recursos al presupuesto del ramo para mejorar los salarios y la infraestructura de las escuelas; una evaluación docente como la que se aplica en este sexenio quedaría incompleta si no va acompañada de una profunda reflexión que lleve al maestro a reconocer sus errores en la forma de conducir el aprendizaje de sus alumnos.

La experiencia y los resultados nos dicen que no importa qué tan preparado o capacitado esté el maestro, al final, la inercia vertical de las disposiciones de la autoridad educativa lo obligará a continuar con una práctica conductista.

Flexibilizar la educación y abandonar el conductismo educativo son dos claves para mejorar la educación.

El proceso de enseñanza-aprendizaje ya no puede centrarse en los docentes y las materias que enseñan, ni los estudiantes deben seguir relegados a un rol pasivo.

En la actualidad se requiere una formación que desarrolle el pensamiento crítico y reflexivo del alumno, de esta forma una educación basada en la construcción del conocimiento permite que los estudiantes con sus experiencias desarrollen nuevas habilidades y destrezas para alcanzar los aprendizajes esperados.

Es fundamental que como profesores comprendamos que cada estudiante es importante y a la vez diferente, que tiene experiencias por compartir y que no somos nosotros, los adultos, los únicos que tenemos algo que contar.

Se trata de darles a los estudiantes libertad para que decidan qué contenidos quieren estudiar, cuáles son sus intereses y motivaciones.

No se trata de abandonar el currículo nacional, ni de que dejemos de ser líderes educativos, sino de incorporar y adaptar los propios intereses de los estudiantes en las aulas, esto es una gran ventaja para ellos, es perfilar mejor sus estudios, en función de sus aptitudes y de su proyecto de vida.

En experiencias como éstas la construcción del saber se lleva a cabo no solo por parte del profesor, sino también por los alumnos.

Esto motiva a estudiantes y profesores a seguir explorando y actualizando sus conocimientos de manera interactiva, resultando en algo provechoso tanto para el maestro como para el aprendiz.

La noción de una evaluación castigadora debe desaparecer. La idea es que podamos construir en equipo con nuestros estudiantes las formas de evaluar.

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