Cuba: un huracán de felicidad

Ver tanta jovialidad me hizo recordar mi visita a la isla, un país que aparenta estar detenido en el tiempo...

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Hace algunos días las redes sociales hicieron viral un par de imágenes en las cuales se observaba cómo los cubanos bailaban y se divertían a pesar de tener el agua hasta el pecho tras el paso del huracán Irma: luego de ver esa alegría, pareciera que las inundaciones y demás problemas que atraviesa la isla no les importaran.

Ver tanta jovialidad me hizo recordar mi visita a la isla, un país que aparenta estar detenido en el tiempo, y no me refiero al estilo de vestir o a la manera en la que se gobierna; no, lo digo por los antiguos edificios que embellecen las calles de La Habana vieja, a los autos clásicos, esos Ford de los años 50 que te ofrecen recorridos por su colorido malecón por aproximadamente 50 pesos cubanos.

Recuerdo que, desde que llegué al aeropuerto José Martí, la amabilidad de su gente fue más que indiscutible, ya que gran parte de la población cubana vive gracias al turismo. Durante la aventura me tope con Orlando, mejor conocido como “El boliche”, quien al verme me ofreció sus servicios como guía de turistas; gracias a él pude recorrer muchos lugares que probablemente andando solo no hubiera dado con ellos.

Tengo que reconocer que al principio desconfiaba un poco, pues gran parte del tiempo nos movimos a pie y en taxis colectivos, ya que, según él, de esta manera lograríamos apreciar un poco más la forma en la que viven los habitantes de La Habana.

Recuerdo también que durante todo el día que pasé con él, me platicaba sobre cómo lograba conseguir el sustento para su familia, las carencias a las que se enfrentaba e incluso las veces que fue detenido por el simple hecho de estar con los turistas; sin embargo, eso no fue obstáculo para que siempre estuviera con una sonrisa de oreja a oreja, que inclusive logró contagiármela.

 

 

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