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Rodrigo Us May/SIPSE

Mérida, Yuc.- Desde lo más profundo de su historia el ser humano se ha visto ante la necesidad de socializar y asociarse para el logro de sus objetivos. Comprendió a lo largo de su trayectoria por el mundo que actuar de manera individual lo ponía en gran desventaja ante especies de mayor fuerza y tamaño que él.

Lo anterior puede ser observado en diversas pinturas rupestres halladas en cavernas, en ellas se puede apreciar cómo un grupo de individuos, mediante una estrategia bien diseñada, derrotan a animales de gran tamaño. Es indudable que nuestra especie maximiza su potencial de éxito mediante la asociación y coordinación de sus integrantes.

Cuando se habla de agrupaciones humanas es inevitable pensar en la familia como punto de partida. La familia es elemento fundamental en la vida del individuo, pues en su seno se forjan valores, costumbres y hábitos que a la larga se transforman en éxito o fracaso.

En el sector empresarial, la familia ha dicho presente mediante la figura de las llamadas empresas familiares, las cuales consisten en un proyecto que suma ideas, trabajo y recursos aportados por los integrantes de una familia, con la finalidad de obtener beneficios económicamente rentables a mediano o largo plazo.
Hoy día las empresas familiares se han consolidado como un importante actor en la economía mexicana, debido a que, según investigaciones acreditadas, el 83% de las empresas son familiares y generadoras del 67% del empleo en nuestro país. Lo que de inmediato deja de manifiesto que cuando este tipo de modalidad empresarial opera de manera eficiente, la economía y su dinamismo se ven beneficiados.

La empresa familiar de hoy se enfrenta a desafíos realmente colosales, debido a la globalización, la cual, por un lado, ha proporcionado un universo potencial de mercado y, por otro, ha generado la libre entrada de competidores extranjeros.

Entre los principales desafíos que afronta la empresa familiar están: el deficiente sentido de colaboración de sus miembros, ausencia de reglas claras y sanciones a quien las quebrante, escaso control financiero, falta de planes de innovación continua, inexistente plan de sucesión en la dirección, entorno tributario y fiscal, permanencia de barreras y creencias culturales y competidores con reducido nivel de ética.

Es importante que los gobiernos, en su papel de instrumento facilitador, generen un andamiaje propicio que incentive el surgimiento y permanencia de las empresas familiares; se requiere que la empresa familiar continúe siendo bastión de nuestro sistema económico. Familias ¡hagamos empresa!

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