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Fluir con el flujo de la existencia, sin detenerlo y sin empujarlo, es la plenitud…- Fritz Perls, neuropsiquiatra

Siempre nos conviene aceptar la realidad en cada situación por poco fácil que sea y vivirla en su totalidad, aun cuando sea penosa, dolorosa y nos cause aprensión. ¿Qué hacer cuando ante eventos molestos, desagradables, dolorosos?

Lo mejor, siempre, es aceptar la realidad y vivirla con decisión y totalidad, como cuando tenemos que someternos a algún tratamiento médico o cirugía; más vale que lo hagamos cuanto antes, sin retrasos, ni pretextos que no harían más que empeorar la situación. Hay que pensar que es para bien y con una actitud de decisión optimista visualizarnos en franca recuperación.

La anticipación del dolor duele más que el dolor mismo. Pensar en un fracaso, una separación, una enfermedad, un accidente fatal… nos causa angustia constante y desesperación anticipada que, al final, resulta que o no sucedió o lo pudimos vivir con entereza y fortaleza. Lo que es penoso no hay que tomarlo con ligereza, pero también el miedo y la angustia anticipada son peores que el infortunio mismo y nos debilitan y perjudican en todo sentido. No se puede negar lo que es doloroso. Es una realidad y duele, pesa, pero por eso mismo hay que reducirlo al mínimo. “No hay que cruzar el río hasta que se llega a él”. Se pueden afrontar los fantasmas que el miedo hace surgir en nuestra mente agigantando las proporciones de algo que no ha sucedido.

Igualmente peligroso es entrar, imaginativamente, en lo agradable. Se crean falsas expectativas y como todo tiene un final y llega una despedida de lo que ha sido ¡tan maravilloso! nos lleva al pensamiento y al sentimiento de que nunca más lo vamos a volver a pasar tan bien, quedando sólo la nostalgia y la impaciencia de cuándo volverá a repetirse. No es fácil limpiar la memoria y despejarla de todos los recuerdos y emociones de momentos intensos. El peligro está en que se vuelvan medida de futuras relaciones, personas y situaciones, en comparación permanente de encuentros y circunstancias semejantes, porque, al comparar, el veredicto será pesimista, pensando que la otra persona, la otra relación, la otra manera, fue mucho mejor que la de ahora. La comparación ahoga la realidad. El pasado no permite disfrutar el HOY y, probablemente, el futuro.

Cada día es diferente, cada persona también lo es y sin comparaciones podemos disfrutar los regalos que la vida nos da ¡ahora!

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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