Hoy la sociedad le ha dado la espalda al pasado, en un acto de soberbia se han desechado conocimientos milenarios por no venir en una presentación en serie con el respaldo de alguna marca internacional, desdeñando la acertada respuesta que ofrecen y que en la mayoría de los casos son la base de los productos de la actualidad. Simplemente estamos perdiendo contra el mundo lo que nos hace únicos; pero aún hay personas que se resisten a ceder terreno a esta idea, cuyas raíces están muy metidas en su esencia y que forman parte de su vida diaria, me refiero a los hombres y mujeres de los pueblos.

Hace un tiempo conocí a la señora Anselma Chalé, quien vive en la comisaría de Xcunyá, a unos cuantos minutos de Mérida; sin duda una mujer que ejemplifica a la perfección el orgullo de tener en sus venas sangre maya, una digna heredera de la cultura de esta tierra y que dentro de la vasta cantidad de conocimientos que posee incluye la gastronomía, la herbolaria, la apicultura y hasta la medicina tradicional, estos dos últimos los ha unido para elaborar productos que atienden determinados malestares y algunas enfermedades, todo haciendo uso de lo que está a su alrededor, al alcance de la mano.

Durante años ha impulsado a su comunidad para que de la mano con sus costumbres pueda salir adelante y demostrar que para superarse no es necesario desprenderse de sus orígenes; al escucharla pude entender muchas cosas, entre ellas que la modernidad nos alcanzó hace mucho tiempo, pero esto no significa que las tradiciones se tengan que perder; el presente y el pasado pueden y deben convivir en armonía, aprovechando lo mejor de los dos mundos, pero siempre conservando nuestra identidad, lo que nos hace únicos.

Aprovechemos el conocimiento de los ancestros, quienes con sus conocimientos hicieron que hoy estemos parados en este lugar; no tiremos a la basura tantos años de remedios, costumbres y soluciones que bien nos pueden ayudar en estos días a que esto sea más llevadero.