Existe una frase muy cierta: “Sana el alma y el cuerpo la seguirá”, sin duda es una regla para un grupo de personas que se ha caracterizado por curar el ánimo y la salud emocional de aquellas personas que en ocasiones parecieran solo esperar el final; son los doctores del humor, caracterizados por su enormes sombreros coloridos, grandes narices rojas, rostro maquillado y batas blancas con divertidos accesorios que hacen su entrada triunfal en los hospitales y asilos con bombo, platillos y una caravana para iniciar la fiesta de las carcajadas.

Fue hace un par de años cuando por primera vez tuve contacto con ellos, en esa ocasión realizaban su visita semanal al asilo Celarain, en donde me llamó mucho la atención ver las risas que le arrancaban a las personas ahí presentes con sus activaciones, bromas, charlas y demás; al platicar con Jorge Torres o doctor Fosforito, como también lo conocen, pude darme cuenta que ellos son más que risas, que chistes, ellos son estudiantes, profesionistas, padres de familia que movidos por la convicción de hacer algo por este mundo se han puesto la bata blanca para acompañar a las personas que atraviesan por una situación de salud complicada o viven en algún asilo, para escucharlos, regalarles su atención, tiempo y ser parte de sus días.

Con anticipación planean su aventura y algo que da gusto es que este equipo cada vez va creciendo más y más.

Esto me hace pensar que aún existen más personas buenas en la calle dispuestas a hacer la diferencia, que la solución a todos los problemas que tenemos diariamente se encuentra justo frente a nuestras narices, pero lo que nos hace falta en ocasiones es la determinación para hacerlo, ese empujón para atrevernos a lograr algo nuevo y diferente, en donde los resultados solamente pueden ser geniales, pero solo lo sabremos si lo intentamos.