Las redes sociales, necesarias

Mucha gente le hace fo a las redes sociales y no se da cuenta de que llegaron para quedarse.

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Las redes sociales –para quienes somos asiduos a ese foro- son una fuente inagotable de información, desde la más aberrante de las pasiones humanas hasta obras de inspiración magnífica como las que nos regala el poeta Agustín Monsreal, en sus Monsrealidades agustinianas, donde da lecciones de bien forjar la palabra.

En esas nuevas plataformas de comunicación humana –para mí, humano es todo, desde lo más abyecto (la pornografía política, por ejemplo) hasta las cumbres gloriosas de la mente- cabe todo y si se me preguntara yo me pronunciaría porque no hubiera ningún tipo de censura o si acaso alguna forma de evitar que pequeños niños se enteraran de la triste condición del hombre o la mujer que se expresan descarnadas en esa maravilla tecnológica.

Gracias a la expeditez de la comunicación mediante las redes sociales –las que más uso son Facebook y WhatsApp-, nos enteramos en segundos de si hay algún familiar o amigo que requiere nuestra ayuda, si alguien cercano festeja un suceso alegre o si ha sufrido una pérdida. También sabemos de sucesos nada agradables o asistimos a demostraciones de vileza como son las frecuentes peleas entre mujeres –que tienen en el centro a un sujeto gordo y feo- o de las penas de amor de uno o una que (hasta ahora no se por qué) cree que debemos enterarnos de que fue dejado o dejada.

Ayer, por ejemplo, pudimos ver en Facebook la figura de un pequeño (de no más de seis años) con la cara contrahecha a causa de un tumor en el ojo sin ninguna indicación siquiera que permitiera a alguien ofrecerle ayuda y debajo de esa información la foto de una espectacular mujer semisentada en una cama quejándose de que alguien se fue de su lado y nunca se enteró “de que yo lo amaba más que él a sí mismo”. No faltaron los hombres que se ofrecieran con procacidades a consolarla o a ocupar el lado vacío de la cama. Uno se pregunta: ¿es lo que quería?

Por asuntos como éstos, mucha gente le hace fo a las redes sociales y no se da cuenta de que estos instrumentos tecnológicos llegaron para quedarse (y vienen más hasta ahora inimaginables, tantos que alguien ha sugerido que no está lejos el momento de que haya una inteligencia artificial que se gobierne sin necesidad de intervención humana) y que es necesario no dejarlas en manos de viles e irresponsables. Y eso que no hablamos del “internet profundo”. Ya lo haremos.

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