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No es que le quiera asustar –bueno sí, un poco, aunque creo que los mexicanos ya estamos “curados de espanto”-, pero tengo que decirle que con motivo de las elecciones de 2018, por disposición de personas ajenas, los ciudadanos vamos a gastar sin utilidad, en números redondos, 31 mil millones de pesos, que incluyen 12 mil millones para los partidos (6.78 mil millones del INE y cerca de 6 mil millones de los Organismos Públicos Locales, Oples; en Yucatán, el Iepac).

En total el INE pidió 25,045 MDP al Congreso (sería lindo que no se los autoricen), que es 43% más que en 2012, según el propio Instituto que le echa la viga a los partidos, puesto que ellos aprobaron la fórmula de cálculo (en la Ley General de Partidos Políticos), la cual dispone que para obtener el gasto ordinario se multiplica el 65% de la Unidad de Medida y Actualización (UMA) por el número de ciudadanos inscritos en el Padrón Electoral. Al presupuesto del INE se debe sumar el de los Oples, de 6,000 MDP. Eso sin contar otras “fuentes de financiamiento” que el propio INE admite que son “de origen desconocido”.

El consejero Ciro Murayama, quien se refirió a esas partidas negras en las finanzas partidistas, calificó de inaceptable que, además de recibir 12 mil millones, los partidos recurran a dinero “opaco” que “es ilegal”. Chu’uch, más lindo.

Pero ¿a que viene toda esta danza de números espeluznantes? A que ese dinero –“cifras históricas” les llama el consejero presidente, Lorenzo Córdoba- es, me parece, el peor invertido a la vista de lo que hemos padecido “históricamente” a manos de los partidos, pero más burdamente en estos días: en el PAN, Anaya empeñado en desbarrancar al partido al sumirlo en una crisis de proporciones dantescas, eficazmente ayudado por Cordero, Margarita y compinches que pelean el poder como enajenados; en el PRD, como ha sido siempre, con desgajamientos y fugas a los brazos de AMLO y arañazos entre tribus; en Morena, con agujeros en el monolítico control de su patrón (caso Monreal), y hasta en el PRI, aunque menos, con personajes surgidos de sus catacumbas hablando de “rescatarlo”. Trágico y cómico.

Por eso es difícil creer a “amigos”, “lixas”, iluminadores de la ciudad, vendedores de tortas y promotores de la educación, de escudos de seguridad y bienestar familiar que por estos días pueblan los anuncios en todos los medios con sus “informes” y que luego se pierden de vista de sus ciudadanos. Apesta a campaña política con dinero “opaco”.

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