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Los yucatecos tenemos motivos bien fundados para estar alegres y celebrar el cambio de poderes. En un contexto nacional polarizado y en muchas partes sumido en la violencia y los baños de sangre, Yucatán ha transitado en calma –salvo dos o tres municipios cuyas diferencias generaron leves disturbios, que finalmente se procesaron en el marco de la ley, y cambios de última hora en la integración del Congreso-, hasta hoy ha habido tersura y se puede decir que todas las partes intervinientes en el proceso se han comportado cívica y democráticamente. Eso no es agua de borrajas.

Miles de yucatecos salimos a ejercer el deber de votar y de nuevo nos situamos por encima de la media nacional (según el INE, votó el 75% del padrón, 15 puntos por arriba de la elección nacional) y, contra lo ocurrido en el resto del país, no ganó Morena y el PAN y el PRI quedaron casi tablas en la distribución de los cargos: gubernatura y alcaldía meridana para Acción Nacional y Congreso y 58 alcaldías y la única senaduría ganada por mayoría: la de Jorge Carlos Ramírez Marín, para el PRI.

Esto, por más que los agoreros de desastres y los analistas interesados quieran descalificarlo y hablen de fuego amigo, complots e intrigas, tiene un significado: los yucatecos sabemos para qué sirve el voto y lo ejercemos sin miramientos. El PRI tuvo un buen candidato al Ejecutivo estatal, pero el del PAN ganó por 55 mil votos, lo cual dice que tuvo mayor aceptación que su rival. Morena desplazó por mucho al PRD como tercera fuerza política e inclusive le arrebató al PAN en tribunales la diputación del tercer distrito federal. Estos son los datos duros e indiscutibles a estas alturas, cuando ya todas las instancias legales están agotadas.

El voto, sin embargo, es solo el primer ladrillo en la construcción de la democracia. Ya los que tenían algo que celebrar lo hicieron y la instalación de las autoridades, excepto el gobernador, está hecha en 99% del total. El trabajo ciudadano más importante empieza ahora: la vigilancia para que se cumplan las promesas y se haga el mejor gobierno de la historia. Los priistas tienen la gran responsabilidad de ser oposición proactiva y desde su mayoría en el Congreso construir sin regateos junto con el Ejecutivo la gran patria chica que todos soñamos. Ya veremos.

Músico. Renán Barrera es buen baterista y percusionista. La noche del domingo, mientras oía al conjunto tocar en la Plaza Grande, por un momento tuve el peregrino pensamiento de que deleitaría a sus fans con un palomazo y los regidores de todos los colores aporrearían choclos y tacones junto al pueblo llano que bailaba. No pasó. ¿Pasará?

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