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Son pocos los que, teniendo la posibilidad de ejercer el poder absoluto, optan por contenerse; los regímenes de partido único o casi único lo han demostrado al haber sido completamente incapaces de ejercer la autocrítica y muy obstinados en establecer obstáculos y prohibiciones a la crítica externa; prefirieron sucumbir en el fragor de sus luchas internas que establecer correctivos a sus políticas, que tendían a distanciarse cada vez más de las demandas populares.

De la conveniencia de un sistema de pesos y contrapesos da cuenta el ambiente político de Yucatán, donde, con Ejecutivo y Legislativo a cargo de partidos diferentes, se puede respirar un ambiente de civilidad y respeto entre los diferentes poderes, incluyendo el Judicial; ambiente en el que se han puesto límites al revanchismo propio de la democracia ramplona que se puede pasar todo su mandato echándole la culpa de sus deficiencias a los gobernantes previos.

Respeto que posibilita y hace imprescindible la colaboración entre los diferentes partidos y el gobierno.

A diferencia del ambiente político nacional, donde el predominio legítimo de Morena en la Cámara de Diputados fue artificialmente reforzado, mediante la cooptación de legisladores de otros partidos, para evitar la rotación de los cargos de coordinación, lo que, agravado por la falta de respeto a los oradores en uso de la tribuna, ha dado lugar a la renuncia voluntaria de otros partidos a formar parte de comisiones, como la “Instructora”, por ejemplo, como un reconocimiento tácito de la imposibilidad de contener, así sea mínimamente, las intenciones del partido ya hegemónico.

Lo que ha configurado un entorno en el que predominan la crispación, la ofensa y el revanchismo; donde el enfrentamiento se ha expandido más allá del recinto legislativo y de los partidos políticos, profundizando, en vez de atenuar, la polarización entre los diversos sectores de la sociedad, lo que, agudizado por la percepción negativa de los embates contra el Poder Judicial del jefe de la bancada predominante, no abona a favor de un entorno idóneo para la toma de posesión del presidente electo, porque puede incluso anular la sinergia que generalmente acompaña todo relevo democrático.

Algunos teóricos sugieren que la falta de equilibrios entre los poderes del Estado obliga a los medios de comunicación a fungir como vigilante crítico del desempeño gubernamental con el auxilio de la sociedad organizada.

No obstante la censura, o autocensura, de los medios formales de comunicación y la especialización de las organizaciones no gubernamentales pueden redundar en la pérdida de su efectividad.

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