Siguiendo con el tema de las aguas residuales de nuestra ciudad, recuerdo que en las reuniones de análisis de la propuesta de solución, en las cuales fue vetada mi asistencia, quien iba en mi representación me comentaba todo lo que se iba discutiendo y acordando, y uno de los temas que mucho se analizó era si Mérida debía tener una planta de tratamiento o tres o cinco; esto lo traigo a colación porque hoy nuestra capital es una ciudad récord, con más de 30 plantas de tratamiento, de diferentes tecnologías y muchas de ellas con ubicaciones cuestionables. ¿Y con base en qué reglamento se han diseñado las redes de recolección y la tecnología de estas más de 30 plantas?

Otro tema es lo que se hace con las aguas tratadas y es una tristeza que sean inyectadas directamente al acuífero subterráneo, sin existir una certificación permanente de su inocuidad para no afectar, ni en cantidad ni en calidad, las condiciones naturales de nuestro acuífero. Lo cierto es que debería haber un pre diseño por regiones que defina la ubicación de una pequeña red, en número, de plantas de tratamiento que den servicio a regiones determinadas, en las cuales pueden existir diferentes fraccionamientos o unidades habitacionales, todas recolectando sus aguas servidas y enviándolas a la planta de tratamiento que les corresponda; pero, ¿quién es el responsable?

Es por ello que necesitamos una Ley Estatal de Aguas que norme todos los usos y destinos del agua en nuestro Estado, teniendo como objetivo básico la mejora continua de nuestro acuífero, hoy con presencia de una amplia gama de contaminantes de todo tipo, no sólo los provenientes de las aguas negras de origen doméstico.

Para finalizar, quisiera insistir en la necesidad de tener un programa de reconversión y mejora continua de los equipamientos que hoy día tiene más del 60 por ciento de las viviendas de nuestro municipio, creando una instancia responsable de desarrollar el marco normativo y su reglamentación, así como vigilar permanentemente el cumplimiento de las acciones que para cada predio se determinen, ya que, de seguir con los actuales usos y costumbres, la sostenibilidad de nuestra ciudad y nuestro Estado estará en alto riesgo, pudiendo llegar a escenarios irreversibles.