Calidad, fortaleza de un país

Los servidores públicos deben estar bien capacitados para dar un trato amable, servicial, honesto, práctico, oportuno.

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Una empresa privada con un pésimo servicio pierde clientes, pero un país con servicios públicos deplorables pierde su identidad y su fortaleza

La calidad en los servicios públicos es uno de los principales indicadores a los que las políticas y acciones de gobierno se deben apegar y dirigir para satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Cuando hablo de calidad, hago referencia a las cuestiones positivas, a las propiedades y características del ser y del hacer para que una persona pueda gozar y beneficiarse de los servicios que demanda.

No basta con dotar de equipamiento a la ciudad, que, en el mejor de los casos, esté bien construido, sea duradero, con la más alta tecnología o que sea agradable a la vista, ya que por sí solos son componentes urbanos muertos. Es precisamente el capital humano, los trabajadores y servidores públicos, los que les dan vida mediante su administración.

Los servidores públicos deben estar bien capacitados para la realización de sus funciones y están obligados y es su responsabilidad siempre proporcionar un trato amable, servicial, honesto, práctico, oportuno, dar soluciones y respuestas eficientes y efectivas a todos los ciudadanos por igual y de manera equitativa. No sólo se trata de proporcionar un buen servicio, sino de facilitar la accesibilidad de los usuarios a los servicios.

La cuestión es que es costumbre pensar que vivimos en un país que por años ha marginado, dividido, saqueado e incluso asesinado, por lo que la calidad en los servicios públicos termina siendo un tema sin relevancia, a pesar de los impactos negativos que la ineficiencia y el mal servicio han generado en las familias. Los ciudadanos que no tienen dinero para regalitos o mordidas, como es el sistema corrupto, continúan tolerando los malos tratos, perdiendo su valioso tiempo y escaso dinero para obtener lo que necesitan. Ante tal situación, es preciso dirigir esfuerzos y acciones para evaluar y hacer competentes los servicios públicos de nuestro país.

La calidad física cuesta, pero la calidad del ser y del hacer no tiene precio. No debiera ser necesario estar vigilados o realizar mil pruebas de actitud en el servicio, simplemente es romper con el sistema corrupto, de desinterés, apatía y despotismo, que caracterizan la mayoría de los servicios públicos de México. No hay mayor satisfacción que poder ayudar a quien lo necesita.

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