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Antonio Ortuño/SIPSE

Mérida, Yuc.- El meme más popular en las redes mexicanas, desde que el sorteo marcó que la selección nacional se enfrentaría a Alemania en el primer partido del Mundial era desolador. Un temible pastor alemán con la camiseta del tetracampeón europeo era confrontado a un perro chihuahueño con la mexicana. El chihuahueño, diminuto, neurótico y con apariencia de juguetito, es nuestro perro nacional por buenas razones: siempre parece tener más problemas consigo mismo que con los demás.

Los mexicanos no necesitamos que ningún “extraño enemigo” hable mal de nosotros (eso es lo que no ha entendido Trump): somos inmejorables para desmerecernos solos. Acá, la discusión desde el sorteo era por cuántos goles perderíamos. Los más optimistas hablaban de “crecerse”... y empatar. El equipo dirigido por el colombiano Juan Carlos Osorio no era demasiado popular: ha estado bajo fuego, de hecho, desde hace años. Sus “rotaciones” no le gustan a la prensa ni a la tribuna.

Y aunque clasificó sin sobresaltos a Rusia, todos temíamos el colapso nada más desembarcar. Y no hay un equipo ante el que ese colapso resulte más natural, desde luego, que Alemania, el Freddy Krueger del fútbol: tu peor pesadilla convertida en rival. Un pastor entrenado y letal. Este domingo resultó que el chihuahueño tenía dientes y estaban afiladísimos. Y que era un bravo. Le puso una correteada de miedo al pastor alemán en el primer tiempo y en el segundo, ya contra las cuerdas, se defendió como león. Y sacó la victoria.

Los mexicanos, en nuestras pugnas eternas con nosotros mismos, hemos cubierto rutinariamente de insultos a nuestros héroes (es el deporte nacional). Hemos sometido a un bombardeo de chistes y mofas, a lo largo de los años, a Ochoa, Chícharo, Layún, Herrera, Márquez, Giovani, Guardado y, por supuesto, a Osorio, el entrenador. Nos enojamos por sus malas Copa América y de Oro (aún ganando ésta), por su mala Confederaciones, por no tener un cuadro titular indiscutible sino apenas “rotaciones”. Yo sostengo que hacemos esto porque la selección nos duele demasiado.

Si la insultamos más que los otros, con más saña que nuestros peores rivales, creemos reducir el dolor de la derrota. Nada nos deprime y enfurece tanto como vernos frustrados y devolver la camiseta al cajón y tragarnos las burlas de la oficina, de la escuela, de las redes. El debut del Mundial de Rusia cambió el guion. ¿Qué se hace cuando se le gana a Alemania en un Mundial? En México, nadie lo sabe. Tenemos que aprender sobre la marcha.- El País.

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