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Debería ser norma en cualquier tema, pero eso es casi una quimera, por eso digo que al menos cuando se trata de medio ambiente, cambio climático y desarrollo sostenible, los debates, antes de servir como instrumento para determinar un ganador, tendrían que convertirse en una valiosa herramienta para enriquecer, para dar más valor y calidad al tópico que se pone a discusión.

Parece que todos quienes asumimos una postura de responsabilidad y compromiso ante el desafío que representa el cambio climático tenemos un claro objetivo común, una alineación de metas, pero no siempre es así. O quizá sí visualizamos un horizonte común, pero tenemos ideas distintas acerca del camino para alcanzar ese objetivo. Y cuando se tienen ideas diferentes, lo normal es confrontarlas, compararlas y ponerlas en la perspectiva de los objetivos; es decir, debatirlas exponiendo argumentos y propuestas, pero sin perder de vista cómo éstos nos acercan a la meta.

Entonces tenemos que ser sumamente cuidadosos, inclusivos, receptivos, para propiciar un trabajo colaborativo y rechazar todo intento de que intereses personales y ambiciones particulares se cuelen y contaminen todo. Debe estar perfectamente claro que el propósito no es ganar discusiones. Es cierto que quien gana se siente bien, orgulloso, la adrenalina aumenta al salir vencedor, pero quien pierde se siente alienado, y en esto nadie debería ser alienado.

Las discusiones relativas a medio ambiente, cambio climático y desarrollo sotenible debieran servir para explorar y considerar todas las perspectivas, para cambiar modelos que no funcionen, proponer alternativas, para investigar con mayor profundidad, plantearse hipótesis y probarlas, poner a prueba nuevas formas, aun a riesgo de equivocarse. Y todos los interesados sentados en la mesa debemos sentir satisfacción por aportar algo positivo a la discusión, por enriquecer las propuestas y por encontrar las soluciones.

La oposición y el rechazo, cuando sea necesario usarlos, tendrían que estar sustentados en información comprobada, y no en opiniones de supuestos expertos o meras conjeturas extraviadas de la lógica que llevan a conclusiones erróneas. Mucho menos deberían, sería un acto criminal, oponerse a proyectos de desarrollo quienes tengan intereses obscuros, o que pretendan utilizar a personas de buena fe para practicar el chantaje profesional y hacerse así en forma corrupta de unos cuantos recursos monetarios.

Tan grave como causar daño a los recursos naturales sería oponerse al desarrollo sostenible cuando es genuinamente gestionado y merezca dicho adjetivo. La información fidedigna, la ética, la buena fe, la investigación, el profesionalismo son buenos consejeros para aprender a discutir y debatir, siempre con el ánimo de alcanzar el equilibrio.

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