Feminicidio: la sociedad del corazón negro

Las leyes no son capaces de medir el dolor de una familia.

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"Un feminicida no sólo destruye el cuerpo de una mujer: el daño y el dolor trascienden el tiempo y el espacio, llegan a las niñas, niños y adolescentes que quedaron en orfandad, azotan a los que perdieron a una hija, mata también la justicia, la posibilidad de una vida sin violencia de la que hablan las leyes”, esta cita pertenece a un reportaje realizado por Anayeli García y Hazel Zamora para Cimac Noticias, sobre las víctimas indirectas de los feminicidios. Tienen la razón del mundo.

Los ataques contra mujeres son prueba concreta del terrorismo permanente que se vive en nuestro entorno. Muestran una sociedad que tiene el corazón negro, rasgado y que no se va a curar sino hasta que la justicia llegue; tampoco se fortalecerá hasta eliminar todo tipo de violencia.

Todos sabemos de mujeres que han sufrido alguna forma de agresión en la calle, y lamentablemente esto es tan común que inconscientemente lo hemos aceptado como “normal”. Sin embargo, el problema crece cuando la sensación de peligro trasciende y llega a ocultarse incluso entre las paredes del hogar.

Cómo una persona puede entender que el lugar donde debería sentirse protegida y segura es, al contrario, un espacio donde puede sufrir de golpes, violación y asesinato con total impunidad. No existe una explicación lógica para esto y tampoco para las víctimas indirectas: a partir de un daño como tal, los hijos, padres y hermanos de las asesinadas no podrán disfrutar nuevamente de la paz.

Sólo el año pasado, en Yucatán ocurrieron 14 asesinatos de mujeres a manos de sus exparejas y seis más perpetrados por familiares. A pesar de esto fue hasta el pasado lunes que el Código Penal del Estado estipuló que los crímenes de este tipo deben ser considerados feminicidios, para lo cual el castigo máximo es de 50 años de prisión. ¿Realmente resulta suficiente?

Creo que nunca lo será… las leyes no son capaces de medir el dolor de una familia.

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