La tristeza es un regalo que nos permite vislumbrar nuestra humanidad, nuestra pequeñez. Se adquiere por hechos ajenos a nosotros, por un decaimiento propio generado por falta de autoestima o por arrepentimiento.

Todas las razones son difíciles de superar, pero se puede salir de ellas con el tiempo; sin embargo, entre las tristezas hay una peor: la depresión, ya que ésta es una enfermedad y no se supera nada más con alegría, puesto que el problema está en el cerebro y es por ello que quien la tiene piensa que todo en su alrededor está mal, que nadie lo comprende, que nada mejorará.

Se diagnostica cuando al menos por dos semanas cursa con algunas de estas características: ideación de muerte, duerme mucho, come poco, es lenta, irritable, refiere ansiedad constante, llanto fácil e incluso dice sentir un dolor inespecífico.

Escuchamos de gente que “tenía todo” y se suicidó, personas que por lo general padecían esta enfermedad, la misma que les evitó ver las cosas positivas a su alrededor; por ello es la importancia con que se debe tomar al detectar a una persona con este problema, el cual se da mayormente en mujeres que en hombres y ha cobrado miles de vidas.

Salir de la tristeza siempre se puede, inclusive cuando sea patológica; los psiquiatras y médicos familiares están preparados para afrontar por medio de medicamentos este defecto causado por un desbalance en los niveles de serotonina, noradrenalina y dopamina en el cerebro; el deseo de muerte siempre es equívoco y una absurda manera de escapar de problemas.

Si te sientes deprimido o conoces a alguien que lo esté, anímalo a acudir con un médico, después de visitarlo habrás notado que todo tenía solución, abre los ojos a la vida y a la felicidad, esa magia tan increíble.