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El estrés y las enfermedades psicosomáticas son hoy más frecuentes y afectan la salud y el rendimiento profesional. El personal médico y paramédico en las instituciones no escapa a esta condición, impactando de forma negativa la calidad de los servicios que ofrece.

El concepto de burnout fue utilizado por primera vez en la psicología por Freudenberger, en el año de 1974. Este psicólogo lo definió como un estado de fatiga o frustración que se produce por la dedicación a una causa, forma de vida o relación que no produce el efecto esperado.
Para poder entender el porqué hablar sobre este particular, especialmente hoy, “Día del Médico”, ante todo me permito transcribir la definición de salud, según la OMS: “Estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia”. Ahora podrán entender nuestra preocupación sobre este problema que atenta y cada día cobra más víctimas entre galenos.

El contacto estrecho con los pacientes, sobrecarga de trabajo y falta de insumos son las principales causas del burnout. De acuerdo con estudios científicamente realizados en instituciones mexicanas del sector y publicados por revistas de corte médico nacional, se encontró un 10.9% de cansancio emocional, 19.6% de despersonalización y 74.9 % de baja realización personal.

En el Instituto Mexicano del Seguro Social, Aranda et al. realizaron un estudio entre los médicos familiares, donde la prevalencia del síndrome de burnout fue del 42.3%. De igual forma, Cabrera et al. encontraron que de 236 enfermeras estudiadas, 92 (39%) mostraron datos contundentes de sufrir este flagelo.

Cabe destacar, amable lector, que este síndrome de burnout ha sido considerado por la Organización Mundial de la Salud como riesgo de trabajo, y que por razones inexplicables ha sido ignorado por quienes políticamente encabezan estos baluartes de salud. ¡Sí!, me refiero a aquellos que con bombo y platillos pregonan su incesante preocupación por brindar atención de calidad con calidez. “Candil de la calle, oscuridad de su casa”. “Nuestra profesión es una verdadera vocación en la cual los miembros no pueden separar su profesión de su vida”, así reza la primera frase del primer capítulo del “Cecil”, el libro más estudiado de la medicina clínica.

Para concluir, quiero expresar mi reconocimiento a todos mis compañeros médicos que dan o han dejado su vida, de forma íntegra, recta y honesta, con el único afán de poder servir a quien más lo necesita, allende la indiferencia de los artesanos de su cadalso.

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