Familia somos todos

Considero impostergable seguir planteando alternativas de políticas públicas y familiares. Hay que ir más allá de populismo, prejuicios, influencias transculturales y demagogia y rescatar valores.

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“Abro los ojos y percibo luces y sonidos desconocidos, me encuentro solo y por eso lloro. Siento frío y nadie me escucha, pero estoy vivo…”. Así clamaría un niño recién nacido abandonado.

Cuántas veces nos hemos topado con escenarios contrastantes, por un lado parejas que buscan ansiosas cristalizar, a través de una nueva vida, el complemento de su amor y una razón de existir. Contrariamente, vemos que la falta de madurez, libertinaje, adicciones, laxitud social y caso omiso a las medidas preventivas del sector médico, han servido cual terreno fértil para sumar cabalgantemente los embarazos en jóvenes menores de 19 años. En algo coinciden ambos escenarios: integran una familia, más allá de la estructura nuclear tradicional.

En la mayoría de los discursos y propuestas de políticas públicas, se otorga a la institución familiar un papel central, pero la familia del siglo XXI se enfrenta a turbulencias: es refugio y apoyo frente a las condiciones cambiantes que generan inseguridad y las relaciones en su interior rayan en lo caótico, mostrando tan poca cohesión que terminan por romper el delgado hilo que mantiene unido este otrora imbatible bastión.

Las razones de esta paradoja son, entre muchas, los cambios demográficos que obligan a cobijar a un mayor número de integrantes de más de 60 años, cuya forma de pensar tradicionalista predispone a “choques” con los jóvenes, quienes tienen “revolucionarias” y modernas formas de expresarse. Igualmente, es imposible soslayar el mayor número de casos de violencia intrafamiliar, resultado del desempleo, la pobreza, la crisis económica, que terminan dando un producto que denominaremos “desintegración”.

Desde cualquier ámbito, las familias son vulnerables frente a la crisis y por lo tanto, como acciones prioritarias, establezcamos caminos de solución para la que actualmente viene siendo la institución más necesitada de protección frente a los cismas del mundo contemporáneo. Hemos señalado cómo la frágil unión familiar es presa de factores externos que desestabilizan y amenazan sus entrañas. Quiero acotar que en este mensaje incluyo el término familia desde un amplio campo de posibilidades sociológicas.

Considero impostergable seguir planteando alternativas de políticas públicas y familiares. Hay que ir más allá de populismo, prejuicios, influencias transculturales y demagogia y rescatar valores y principios, sin hacer oídos sordos a los cambios sociales. Querer permanecer en una estructura rígida sólo lleva a la debacle en las corrientes extremas.

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