Historia, tecnología y enfermedades

En apenas 35 años se ha dado el “boom” revolucionario.

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Las enfermedades no son recientes. El que las hayamos entendido y estudiado a profundidad nos ubica cronológicamente en la época moderna, cuyo parteaguas fue el avance acelerado de la tecnología. En 35 años se ha dado el “boom” revolucionario. ¡Pasamos del poco o nada al todo!
Ya no hay “sabios”, cotidianamente se rompen paradigmas. Hasta hoy lo conocido tiene explicación, pero da pie a otros entornos incomprendidos. En el mundo hay quienes lo tienen todo, pero carecen de voluntad y actitud, siendo el lamento su único refugio. Contrariamente para otros, el infinito es el límite de su desarrollo y crecimiento, minimizando carencias, creciéndose ante la adversidad; ésos son los que a la larga triunfan.

Quisiera con estas reflexiones, cual preámbulo, abundar un poco en la historia de las enfermedades, que asolaban y cobraban vidas, sin encontrarse remedio para muchos males. La del hombre del Neandertal, la historia clínica más antigua, es equiparable a la historia clínica de las artropatías padecidas por el ser humano; en la prehistoria la enfermedad se escribió sobre el propio paciente, dejando grabado en sus huesos las huellas de su patología.

Las dos afecciones reumáticas de las que la paleontología tiene testimonios son la artritis y la artrosis (una inflamatoria en jóvenes y otra degenerativa en mayores de 50 años). De allí nos trasladamos a Mesopotamia y Egipto, cuyos médicos conocían el arte de “colocar adecuadamente los fragmentos de huesos fracturados”. El papiro de Edwin Smith, del siglo XVII aC, es un auténtico tratado de cirugía semicientífica, que aborda manejos terapéuticos de procesos articulares.

Continuando con saltos en la historia, dentro de cuyo espacio quedan anécdotas y pasajes, llegamos a Ambrosio Paré, galeno del siglo XVI, quien escribió el “Tratado sobre las heridas producidas por proyectiles” y, para cerrar este recorrido, llegamos a los esbozos de la anestesia con William T.G. Morton, quien destacaba que conseguir el profundo sueño que atenúe o suprima el dolor quirúrgico pareció durante siglos un empeño imposible.

Son pinceladas de lo que se tardaba el hombre sin tecnología, y con sólo voluntad, actitud y ánimo de servicio para alcanzar pequeños logros, que paliaran el dolor del paciente. Ahora nos lleva semanas o meses alcanzar nuestro objetivo. Así pues, no desaprovechen la tecnología de punta, que sirve como herramienta al conocimiento, tacto humano y paciencia que distingan al médico del siglo XXI.

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