Mediocridad excelsa
¿Por qué un hombre es capaz de aconsejar a una dama que sea mediocre en su trabajo?
Recientemente durante mi ejercicio sabatino, me senté un rato en una banca semiderruida del parque; poco tiempo pasó antes de que una pareja ocupara el extremo contrario y continuara hablando de tema al que poca atención había prestado, hasta que escuché la frase: “Es que eres sobresaliente, y donde trabajas necesitas ser igual a los demás, mediocre, para que les puedas caer bien a todos”. No daba crédito a soberana barbaridad, con matices retrógrados, que grotescamente amenazan el progreso y la lucha constante de la mayoría por alcanzar la excelencia.
El hombre aconsejaba a joven dama, que lagrimaba ante atroces palabras, y me pregunté: ¿Llorará por la imbecilidad del presunto representante de las masas, que de forma cretina daba clases de sabiduría y experiencia mundana, o por pena del sujeto semicavernario que tenía a su lado y cuya imagen aún lacera mi integridad mental?
El “Jesús” por poco se me escapa de la boca, cuando, siguiendo con la elocuencia del sujeto -cual “filósofo de pasillo-”, le sugirió que debía bajarse al nivel de los demás. Esto último sí me causó desagrado y repugnancia, toda vez que menospreciaba a quienes no han tenido la oportunidad de alcanzar un nivel universitario, y los degradaba con desprecio. ¡Qué cosa!, me dije, y atrajo ipso facto mi memoria al maestro, poeta y escritor tapatío Juan José Arreola, quien, si viviera, increparía a aquél con su famosa frase: ¡ESA NO ME LA SABÍA! Amable lector, decidí emprender graciosa huida, antes de que mi coronaria sufriera falta de oxígeno y llegara al infarto.
Durante el camino de regreso a casa, fui repasando cada una de las palabras del “erudito” aquel, y me pregunté cuántos como él cohabitan en áreas laborales, espacios sindicales, puestos directivos y hogares yucatecos y que, con el tiempo, se convierten en obstáculos al progreso y “pusilánimes sexistas”. Son este tipo de personas muchas veces las que, a pesar del título universitario, utilizan “colmillo afilado para deseos insanos”, desorientando a niños, jóvenes o cualquier otra persona, con el afán de erigirse con honor y justicia en mesiánicos caballos del Apocalipsis. Nuevamente recuerdo a popular y honorable actor de la época de oro del cine mexicano, don Joaquín Pardavé, con su famosa e histórica película: “Qué tiempos señor don Simón”.
Seguiremos charlando y para la próxima entrega quisiera hablarles de lo que mi primo Israel me comentó de su sobrino con complejo de inferioridad, y mucho más.