Andaba soñando

Cuando tenía unos seis años, vi por primera vez una película de Harry Potter.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

 Diana Puga Pérez/SIPSE

Mérida, Yuc.- Cuando tenía unos seis años, vi por primera vez una película de Harry Potter. Después de hacerlo, iba y venía de mi casa vestida con una camisa color morada que le pertenecía a mi padre, la utilizaba como mi uniforme y un pequeño palo lo hacía pasar por varita mágica.

Fue en ese momento cuando comencé a soñar, y tal vez lo hice sin darme cuenta. Sin percatarme que cuando cerraba los ojos por un segundo o tal vez dos, entraba en un mundo que podía cambiar y gobernar, en un mundo en el que yo decidía de qué color era mi vestido y qué tan largo era mi cabello. Pensaba sin percatarme que aquello que estaba haciendo lo estaban haciendo otros cuantos millones de personas en aquel momento.

Y así pasaron los años. Uno, dos, tres.

Cuando tenía seis años, deseaba ser astronauta; cuando tenía ocho, física matemática; cuando tenía diez, maestra; cuando tenía doce, piloto. Fue así como seguí soñando, justo como seguramente lo hiciste tú también.

Fue así como seguí recorriendo la vida, sin percatarme que soñar es una de las cosas más bonitas que pueden existir, pero también, contrario a lo que dicen, una de la cosas más costosas a las que nos enfrentamos.

Soñar en una de esas cosas que, una vez que las conocemos, no podemos dejarlas atrás, tal vez porque es en ellas que conocemos nuestros verdaderos anhelos o, al menos, los que pensamos que son los verdaderos. Muchas veces soñamos y dejamos el mundo real de un lado.

Pero me he dado cuenta que todo aquello que vemos cuando cerramos los ojos y que con tanto ahínco deseamos siempre se cumple de una forma u otra. Se cumple con cada decisión que tomamos y con cada acción que llevamos al cabo.

Los sueños acaban por cumplirse, aunque algunas veces no sea de la forma que esperamos.

Lo sé porque pasó el tiempo y seguía deseando hacer mil cosas para así conocer lugares. Para así, conocer distintas personas. Yo no fui astronauta, ni maestra, ni piloto, ni física matemática, pero eso no significa que dejé todos mis anhelos atrás, los cumplí, aunque de una forma distinta a la que esperaba. Me convertí en viajera, en lectora y escritora. Y así, pude conocer lugares que de pequeña imaginé, pude conocer a los personajes que tanto quise que fuesen mis amigos.

Anhelar no es malo, crecí y lo sigo haciendo, aunque ahora siguiendo el consejo de un viejo amigo que conocí entre páginas: “No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir”.

Lo más leído

skeleton





skeleton