Creo que los reencuentros son momentos inolvidables protagonizados por personas que forman parte de tu vida aunque no estén físicamente junto a ti todo el tiempo. Este fin de semana tuve la fortuna de presenciar uno de esos instantes y me doy cuenta que los disfruto como si fueran propios. Y sé que la familia es importante, pero los amigos son esos seres a quienes escoges para recorrer este camino que llamamos vida.

¿Parece cursi? Probablemente, pero el sabor de boca que deja un minuto así borra las historias que nos provocan.

Me pregunto si dejaremos de lado las conveniencias, los pesares y los lamentos de todos los días para aprovechar el maratón Guadalupe-Reyes en buscar a los que quieres, estimas o extrañas y fomentar momentos de charla que te permitan recordar los cuentos que en otro tiempo te hicieron disfrutar, porque hasta la tristeza compartida tiene un sabor especial.

Este año somos muchos los que dejamos de ver a alguien que nos importaba, que formaba parte de nuestra jornada, la rutina diaria, pero seguro que ya están mejor que yo gozando de ese espacio sin tiempo que es el más allá.

Eso deja espacio para olvidar 2017, a los aspirantes que no terminan de decidirse, o no son libres para proponerse, de los votos que los independientes quieren conseguir para poder participar, de la ley de seguridad que nadie quiere aprobar y todos esos pendientes que la agenda nos recuerda todos los días.

La Navidad, además de llevarse el calor de todos los días, pareciera hacer desaparecer la mala vibra, los infortunios o malos deseos de los demás para la propia persona.

Yo aprovecho que es lunes, que comenzó el “maratón” para buscar a los amigos con quienes celebrar la oportunidad de contar con tan maravillosa compañía. La vida es muy corta para estar incómoda. ¡Que sea feliz!