Soy una admiradora de quienes crean productos utilizando la basura de otros. Me parece que es genial, no solamente porque disminuyen los daños a este planeta llamado Tierra, sino porque su inspiración sirve para alertar a otras mentes, que, como ellos, ven más allá del material.

Por mi afición a las bolsas, de todo tipo, confieso que me gusta ver cómo las corcholatas (cada vez menos comunes) o los anillos de aluminio de las latas son materia prima para hacer increíbles y prácticos diseños, además bonitos a la vista.

Me entusiasma, porque eso permite disminuir las toneladas de basura que todos los días generamos con los plásticos y metales de diversos tipos con los que se envuelven cientos de cosas que usamos cada día.

Las formas de vida han cambiado tanto, y nuestra educación pareciera no seguir igual, sino peor.

Datos de diciembre de 2017 dicen que al año se generan en Mérida solamente seis mil toneladas de basura, según los Servicios Públicos Municipales que a esa fecha recolectaban 800 toneladas de desperdicios al día, mediante 200 viajes de camiones recolectores.

Me pongo a pensar que eso sólo cuenta por lo que registra el Ayuntamiento, faltaría poner en cifras todos los desperdicios que tiramos a la calle, o bien en terrenos de los alrededores de la ciudad, o más en zonas alejadas.

Mi preocupación es por cuidar la tierra donde vivimos, porque entendamos que debe ser tarea de todos cortar menos árboles sólo para que dejen de tirar hojas, ya que permiten disminuir el calor que nos agobia, desconectar más enchufes que no son utilizados a fin de evitar consumo de energía sin sentido, y así, pequeñas acciones para cuidar que la cantidad de desechos de todos los días no aumente.

Yo aprovecho que es lunes y que es semana de celebrar al planeta para encontrar motivos para la reunión. ¡Que sea feliz!