Prisas decembrinas

Es increíble lo que ocurre en el segundo semestre del año, la velocidad con la que los días desaparecen y se convierten en historia.

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Es increíble lo que ocurre en el segundo semestre del año, la velocidad con la que los días desaparecen y se convierten en historia. A 2017 le quedan 34 días y no sé cuántos pendientes.

Uno de ellos es el nombramiento de los candidatos a puestos de elección popular, tanto los federales como los estatales, aunque los especialistas esperan que esas designaciones se hagan a la brevedad.

Si bien las elecciones serán durante el segundo semestre de 2018, la carrera lleva ya seis meses de prisa y lo que sigue será nada junto a lo que se ha vivido.

En los equipos locales hay cansancio aunque no desánimo, todos convencidos de que serán los ungidos, siguen atentos sus pasos para dar el resultado y la fecha está cercana.

Paciencia es la palabra correcta porque el día puede ser cualquiera. Yo, en cambio, ando en las prisas de armar la Navidad. Y no es la velocidad personal, es la dirección de mi decembrina madre que celebra estas fechas como una profesional y no le importan ni el presupuesto del próximo año, ni el paquete fiscal para el año 2018 y mucho menos a dónde llega el precio de la gasolina.

Ella quiere echar a andar las decenas de figuras de Santa Claus que cantan, poner las luces al árbol, que los adornos del jardín estén listos y que el día 1 de diciembre todo esté en orden.

Tiene tos, la temperatura con humedad le afecta, pero luego de checar que esos síntomas no la pondrán vencer, dirige a un equipo de cinco “siervos” a quienes da indicaciones de qué cosas van en qué lugar.

El sitio es como una especie de exhibición de tiendas de juguetes, pero lo que más me gusta es la convivencia alrededor de este ejercicio anual.

Mientras, aprovecho que es lunes y cumpleaños de mi hermano menor para mandarle saludos y esperar que nos invite pastel. ¡Que sea feliz!

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