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Esta semana he vivido una clase muestra de la administración del tiempo de una joven de 21 años que simplemente me dejó en éxtasis. Y es que la puntualidad y todas sus ventajas es un asunto que no tiene ninguna gracia, pero que no solo es importante, sino también permite una convivencia más feliz.
La joven, a quien llamaré Andrea, era acompañante de un viaje donde los descansos y las jornadas eran precisas y a pesar de que el resto de los paseantes eran mayores de 50 ella llevaba la voz cantante.

Como siempre, los milleanials me maravillan por su forma de entender el mundo en el que vivimos todos y el planeta digital donde muchos de ellos (y algunos de nosotros) desarrollan sus otros yos, que, acompañados por la tecnología en cualquiera de sus presentaciones, pueden hacer que el mundo gire, así nada más.
El tema es el asunto del respeto al tiempo de todos. Pareciera que hemos perdido de vista que cuando llegas tarde a una cita o un sitio lo que en realidad pasa es que estás dejando de respetar al otro, sus circunstancias, de dónde viene, a dónde va y qué más debe o quiere hacer.

El ritmo de los días y las redes sociales simplemente hacen que olvidemos que la puntualidad es cortesía, educación, respeto. La impuntualidad es una muestra de falta de cultura, es no apreciar el tiempo de los otros ni el propio.

Según una encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica el 60% de los mexicanos se asume impuntual para el trabajo y la escuela, aunque no descarta las reuniones con amigos o familiares. Más aún, 44.6% está dispuesto a esperar a alguien hasta 30 minutos, aunque el 33.1 aseguró que solo 15 minutos, quizá porque esperan recibir el mismo trato, no lo sé.

Si bien México no está entre los países más impuntuales como India, Nigeria y China, pareciera que los latinoamericanos tenemos esta tendencia a jugar con el reloj.
Yo mejor aprovecho que es lunes y que ando de vacaciones para seguir disfrutando del tiempo que todavía me queda. ¡Que sea feliz!

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