Construyendo polos

Pues fue Meade. Hoy sabemos que las reformas a los estatutos del PRI sí eran un traje a la medida, que el destape fue el 22 de noviembre y que lo hizo Luis Videgaray.

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Pues fue Meade. Hoy sabemos que las reformas a los estatutos del PRI sí eran un traje a la medida, que el destape fue el 22 de noviembre y que lo hizo Luis Videgaray, bien que después fue oficializado por su fiel compañero Peña. Las razones mercadológicas que se vienen dando para explicar la designación incluyen su condición de no estar afiliado al tricolor, su amplia formación académica, su continuidad de casi tres décadas en el servicio público y hasta su bonhomía. No tengo la menor duda de que esas son características del futuro candidato que serán resaltadas durante su campaña, en la competencia por lograr la aceptación pública; sin embargo, me parece que éstas no explican las razones políticas de la designación y que tampoco serán los factores que determinen las preferencias de los electores en 2018.

Meade fue seleccionado, fundamentalmente, por ser una garantía de continuidad de la política económica vigente desde 1982 y por ofrecer las mejores condiciones para que los grupos políticos que lo arropan transiten con las menores pérdidas y máximas ganancias posibles al próximo sexenio. El hoy aspirante a precandidato marca para el PRI, y éste es sin duda un objetivo buscado, un claro posicionamiento en la derecha electoral. Se busca con ello generar un polo aceptable para los electores panistas que, viendo a su partido sin posibilidades de triunfo, opten por un voto útil para evitar el triunfo de López. Esta dinámica tendrá como resultado una fuerte polarización entre las dos opciones con claras posibilidades de triunfo y llevará a una campaña muy dura y muy sucia, donde el debate y la reflexión de fondo sobre el presente y futuro de México quedarán excluidos del escenario desde el primer momento. La intención perceptible es replicar a nivel nacional el tipo de operación política que permitió al PRI conservar la gubernatura del Estado de México. Ésta incluyó un elevadísimo gasto electoral que, al elevarse a nivel nacional, exigirá una descomunal participación de dinero privado. La postulación del egresado de Yale es sin duda una apuesta por el apoyo de los milmillonarios mexicanos, principales beneficiarios del modelo económico.

El futuro candidato priista puede sin duda ganar la próxima elección, pero no lo logrará gracias al poder y al dinero de sus adeptos, sino por el voto de millones de mexicanos. Si una mayoría de electores opta por él nadie se podrá llamar a engaño. La propuesta es, abiertamente, de continuidad en la economía, las relaciones exteriores, los derechos humanos, las políticas sociales y, por supuesto, las fiscales.

No creo que los priistas de los estados encuentren sencillo pedir tal cosa a sus seguidores, mayoritariamente muy lastimados en lo económico y en lo social.

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