El Estado de México y la izquierda

Es ya un mal crónico que el sistema electoral genere casi exclusivamente gobiernos de minoría.

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En las elecciones del Estado de México, el 49.7 por ciento de los ciudadanos que votaron lo hicieron por Morena, el PRD o el PT. La izquierda representa prácticamente a la mitad del electorado; sin embargo, será gobernador el candidato que obtuvo la tercera parte de los votos, el 33 por ciento.

El problema inmediato para esta multicolor corriente política es haber perdido innecesariamente el Gobierno del Estado más poblado de la República. En perspectiva futura, también dejó pasar la oportunidad de infligir una derrota casi definitiva al PRI, con vistas a las elecciones presidenciales de 2018. Pero el problema está lejos de ser el de un grupo de partidos que jugaron mal a la política en una elección importante. Consideremos algunos factores.

Es verdad que las opciones políticas que ofrecen los partidos de izquierda difieren entre sí. Esto tiene particular relevancia en temas como el trato con el gobierno y los partidos adversarios, o la legitimidad que se reconoce a las autoridades electorales y a los electos. Sin embargo, también es verdad que las aspiraciones de sus electores son prácticamente indistinguibles, muy particularmente en lo económico. Estos ciudadanos comparten demandas de, por ejemplo, una activa participación del Estado en tareas de desarrollo social y económico, como agente compensador de las desigualdades resultantes del modelo económico vigente. En todo caso, es perfectamente imaginable un programa de gobierno de seis años capaz de satisfacer las demandas de ese electorado. Se evidencia así, por un lado, la contradicción de intereses entre una mayoría de votantes de izquierda y las decisiones de los partidos a los que entregan sus sufragios; y por otro, con mucha mayor importancia, se genera un problema estructural de gobernabilidad para el Estado de México.

Es ya un mal crónico, con graves resultados prácticos, que el sistema electoral genere casi exclusivamente gobiernos de minoría. Estos, pese a tener más votos que cada uno de sus adversarios por separado, son rechazados activamente por el conjunto de las minorías, que sumadas hacen mayoría y que, en el ejercicio de sus legítimos derechos ciudadanos, reducen la gobernabilidad de la entidad. Una auténtica contradicción funcional. En el Edomex, esta condición resulta agravada por el hecho de que, en términos de sus demandas sociales, el gobierno no enfrentará ya múltiples minorías, sino una sola corriente social de la mitad de la población, con exigencias homogéneas opuestas al programa del gobierno legalmente electo. La división de la izquierda ha garantizado así una tensión permanente entre una mayoría social y un gobierno de minoría. Mal favor para el estado.

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