La caja de Pandora

La vida de las mujeres está en riesgo, no sólo en México, sino en el mundo. Nos matan y de la peor manera.

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Algo pasó en este país, algo se hizo visible en los últimos años, algo que dejó al descubierto una cultura machista y asesina, que gusta devorar mujeres y destruir las partes de su cuerpo donde lo femenino toma su nombre. El velo que cubría la violencia ejercida en las mujeres: desaparecidas, golpeadas, calladas, violadas, vendidas, torturadas, expuestas, violentadas y etcéteras… cayó al piso develando un panorama aterrador. Ser mujer en este país es sinónimo de vulnerabilidad y muerte, teníamos que protegernos: no faldas cortas, escotes, pantalones ajustados ni tacones. Nada que provoque al sexo opuesto, avisar siempre en dónde estamos y no perder contacto. Todas las recomendaciones son para nosotras. ¿Para ellos? Ninguna. En 2016, una teatrista comentó en redes sociales el abuso sexual que sufrió en su infancia. ¿La respuesta? Muchas mujeres se unieron y comentaron los abusos que habían sufrido, incluso de “amigos” y maestros. Las redes se llenaron de asombro y sorna. ¿Están exagerando las feministas? No, no exagerábamos: era importante lanzar una alerta de género para salvarnos . Quizá por eso empezamos a hablar y a escribir.

No pudieron callarnos, la caja de Pandora se abrió, las sirenas empezamos a cantar y nuestro canto incomodó a muchos, algunos dijeron: “No sabía que eso era incorrecto, no sabía que te hubiera molestado”. Tuvimos que alzar la voz para diferenciar entre piropos y acoso, para contar secretos que llevábamos muy enterrados en una cotidianidad infame.

Por eso cuando Ana Várguez me invitó a prologar las memorias del encuentro, organizado por su agrupación “El Globo Arte y Cultura, A.C.”, me maravillé al leer las ponencias que integran el documento y más al saber que el encuentro no es efímero, sino que se convirtió en documento. La vida de las mujeres está en riesgo, no sólo en México, sino en el mundo. Nos matan y de la peor manera, por eso es vital que haya mujeres escribiendo, creando en sus comunidades, dirigiendo, actuando, recordando, citando a otras mujeres y poniéndolas como modelo a seguir, mujeres haciendo comunidad; iluminando los horizontes artísticos y vitales. Treinta y un maneras de pensar y vivir la escena son compiladas por Ana; ninguna de ellas tiene desperdicio, todas deben ser leídas y pensadas en un contexto represivo y por ello es que estas mujeres, con su palabra, engendran revolución.

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