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Con una sala llena se llevó al cabo la función especial de “Las musas huérfanas”, de Michel Marc Bouchard, dirigida por Boris Schoemann. En un espacio pequeño y con una mesa llena de letras, la obra nos sumerge en el asfixiante mundo de una familia disfuncional. De esas familias que guardan sus secretos a piedra y lodo y quizá por eso, cuando empiezan a develarse, duelen tanto; porque huelen a abandono, a violencia, a mentiras y discriminación. Ésta es una familia sostenida por mujeres, quizá por eso el único hijo varón elige vestirse como una de ellas y lo hace con los vestidos de la madre. Los vestidos especiales, usados en noches estratégicas para hacer pedazos la pequeña familia donde los hijos desconocen el paradero de la madre. La hija más pequeña es de “capacidades diferentes”, por eso todo gira en torno a ella, en su torpeza que raya en la ingenuidad entrañable, un personaje construido a la medida por la actriz. No hay sensación lastimera del espectador para ella, en cambio nos contagia de una gran ternura que se violenta en sus momentos de exasperación. Quizá el personaje me gustó tanto porque escribe, ella escribe las palabras que no entiende y aprende su significado para usarlas en el momento preciso. Ahora ella también tiene un secreto, un pequeño secreto que pende de sus cabellos para caer como la espada de Damocles sobre sus hermanos.

La relación entre todos los hermanos está fragmentada, la hermana mayor asume el cuidado de la hermana pequeña, no importa si hay golpes de por medio, la hermana homosexual prefiere poner tierra de por medio y el hermano también escribe, intenta armar un rompecabezas imposible, pues las piezas son demasiado pequeñas para llegar a la verdad. Una propuesta austera del director, donde los grandes acentos están puestos en el texto y las actuaciones. Algo que Shoemann hace muy bien y ha profundizado en estos tiempos: la dirección de actores. No es gratuito el enorme cariño que muchos tenemos por él, viene de ese ser agudo y preciso para crear la escena. La función especial se realizó en presencia del autor, a quien oí reír, moverse en su silla, emocionarse y aplaudir con esa felicidad de ver su obra en una nueva versión, en otro idioma, en otra piel y en esa medida ver su obra viva. Sin duda Marc Bouchard tiene una pluma finita para escribir personajes femeninos y que éstos sean capaces de tocarnos en aquello que nos duele a muchos.

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