De las serpientes y sus poderes

Alguna vez leí por ahí que en ciertos estados se mantiene la creencia de que hacer que una niña pase su mano sobre la piel de una serpiente hará que sea buena bordadora.

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Alguna vez leí por ahí que en ciertos estados se mantiene la creencia de que hacer que una niña pase su mano sobre la piel de una serpiente hará que sea buena bordadora. Es todo un ritual atrapar a la serpiente bajo una cubeta, marearla, soltarla y en ese momento la niña debe sentirla correr bajo la palma de sus manos. Se relacionan los detalles de la piel de la serpiente con lo delicado de los bordados. En nuestra cultura se dice también que las serpientes son sinónimo de chismes, envidia y mala suerte. Cuando se cree que alguna se metió a la casa, hay que quemar tabaco para que se aleje. En casa no sabemos distinguir a las venenosas de las inofensivas; serpiente es serpiente por igual y a mi mamá le causan horror. Sé que en otras culturas las serpientes son signo de suerte y abundancia. Alguien me contó que una hechicera de un pueblo tenía una serpiente que salía a bloquear el camino cuando ella hacía sus trabajos. Sé también que hay una serpiente que limpia los cenotes: “Se traga a la gente mala, es parte de su forma de limpiar el mundo”.

Acabo de entrevistar a una mujer que me dijo con enorme felicidad que a su hija la trajo una serpiente. Ella vivía en Valladolid, una noche al estar viajando en auto con su marido, frenaron bruscamente pues algo les bloqueaba el paso, la oscuridad no les permitía ver bien qué era aquello y, aunque frenaron, no pudieron evitar herir a ese “algo” que atravesaba la carretera. Al bajarse vieron que se trataba de una serpiente.

Un mestizo salió del monte, tomó una horqueta y arrolló el cuerpo de la serpiente que daba sus últimos estertores: “No se preocupen, es una ochkán”. Al regreso a casa el esposo de la mujer le quitó la piel a la serpiente y la guisó en el horno. La llevó a una cena familiar sin decir qué era el exótico guiso. Los comensales trataron inútilmente de adivinar de qué era esa carne. Al final de la cena, ya que la bandeja estaba vacía, les dijo a todos que habían cenado serpiente. Las protestas y las náuseas no se hicieron esperar. Refiere la señora que nueve meses después nació su hija, por eso dice que la serpiente fue una señal de vida. Aún conserva la piel del reptil en una de sus paredes. Escuchar ese relato me hizo ver a las serpientes de otra manera, quizá sí simbolizan vida y abundancia, o quizá, como dijera el poeta: “Hasta el monstruo más bello tiene su encanto”.

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