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“Los hombres y las mujeres no pueden hacer el mismo trabajo; después de todo, ¿cuándo has visto a una mujer cargar una roca como lo hacen los albañiles?”.

“Las mujeres son mucho más hábiles para el trabajo minucioso, por eso en mi casa ellas son las que se dedican al aseo”. “Nosotros no tenemos que cuestionar nuestra masculinidad porque no somos el problema; otros hombres sí, pero nosotros los universitarios no”.

“Tuve un novio que me encerraba en las noches para que no saliera de casa, una vez me escapé y cuando regresé me amarró por dos días”.

Las frases anteriores son una pequeña muestra de lo que he escuchado en mis clases en la universidad en los últimos tres meses; el machismo encarnado hasta los huesos pareciera que es cosa del pasado, pero nunca se ha ido.

En la Uady desde hace unos años se ha trabajado para lograr mayor sensibilización y acción en temas de género para con sus estudiantes, pero no ha sido tarea sencilla; se pensaría que al estar trabajando con una nueva generación se apropiarán mejor de los conceptos y los llevarán a cabo en su día a día; en vez de eso nos encontramos con una resistencia constante –de alumnos, administrativos y maestros- que consideran que se está atentando contra las “masculinidades” de los estudiantes queriéndoles “imponer” una forma de ser hombre que –dicho por ellos- no es “natural”, cuando en realidad lo que se quiere erradicar son las acciones machistas constantes que les hacen creer que tienen el “derecho divino superior” de estar por encima de toda mujer y que los privilegios obtenidos generacionalmente –solo por el hecho de ser hombres- no deben ser arrebatados bajo ninguna circunstancia por una mujer.

Mientras más avanzamos en la educación de las mujeres y los hombres universitarios, más radicales se vuelven aquellas personas –y lo expreso categóricamente- machistas que ven cuestionados sus privilegios irracionales, y que en lugar de reflexionar y cuestionar su vida, deciden atacar y utilizar términos como “feminazi” para aquellas mujeres y hombres que buscamos una sociedad ideal.

Desde la universidad, desde casa, desde las redes sociales, desde cada uno de los sectores de nuestra vida, existimos personas que trabajamos día a día para tener una sociedad más igualitaria, equitativa e incluyente para todas y todos.

Sin embargo, el trabajo tiene que extenderse y con mucha más intensidad; si tú que estás leyendo eres de quienes creen que un chiste, un meme, un comentario o una insinuación machista no tienen importancia, recuerda que son esos chistes los que en el futuro se convierten en violencia real y que como sociedad no podemos permitirlos jamás.

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