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Cambiar el pasaporte por tu credencial de elector para conocer tu nación antes que la de otros permite darte cuenta de que los mexicanos somos personas extraordinarias y que tenemos mucho para enseñar no solo al mundo sino a nosotros mismos.

Las tradiciones de cada zona de este enorme territorio están llenas de colores, de sabores, de olores, de historias, de enseñanzas, pero sobre todo de amor.

Mientras más conozco México, más me enamora lo que veo, lo que escucho, lo que conozco. Me sorprenden las tradiciones de muertos en Oaxaca, Michoacán, Ciudad de México, Guanajuato, y así no acabaría jamás de llenarme los recuerdos con las buenas historias que ya conozco.

Este fin de semana tuve la oportunidad de asistir a las celebraciones que en Guanajuato titularon Festival de Color y Muerte 2018.

Las calles estaban llenas de nacionales y extranjeros, que admiraron el trabajo incansable, me parece, de hombres y mujeres que en las calles elaboraron a lo largo del día unos espectaculares tapetes para representar desde las catrinas de José Posada hasta los antiguos guerreros de nuestro gran país, sin dejar de lado perros que seguramente están en el recuerdo del artista y, así, la lista es interminable.

Claro que el pib, el xek, el altar de casa de mis papás, la visita al cementerio para saludar a los que ya se adelantaron a nosotros hacia otros planos y todas esas actividades que aún hoy se comparten en familia a mi alrededor no las cambio por ningún otro paisaje, creo que es una delicia tener esta oportunidad de seguir encontrando el gusto a esta nación que no se cansa de enseñarnos sus atributos más espectaculares.

El ritmo, la música, la vibra se contagia. Una cantidad sorprendente de personas maquilladas a la usanza de las catrinas con flores en la cabeza camina por las calles de las ciudades mexicanas, cada vez más contagiadas de una forma de celebrar la muerte, que es la consecuencia de la vida.

Yo mientras aprovecho que es lunes y que tengo compañeros de camino con quienes seguir gozando esta oportunidad de existir. ¡Que sea feliz!

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