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La seguridad es uno de los nuevos derechos humanos obligatorios para el desarrollo social y económico de todo grupo humano; todo gobierno se encuentra obligado a utilizar las herramientas necesarias para asegurar este preciado bien.

En nuestro Estado estamos tan acostumbrados a vivir una cotidiana seguridad que perdemos la dimensión de la situación. Cuando se viaja fuera de este territorio seguro es cuando valoramos nuestro entorno; en  reciente periodo vacacional estuve de visita en Tabasco, por un contratiempo requerí de auxilio policiaco, éste se convirtió en producto valioso, pero no vi ninguna patrulla o un simple agente de tránsito, el 911 jamás contestó.

Traspasar los límites de Yucatán, después de un viaje necesario,  hace inevitable un suspiro. Llevamos casi doce años consecutivos de gozada paz, el último acto de violencia para recordar por su magnitud fueron las doce cabezas encontradas en los límites orientales de la ciudad, y uno más en un municipio aledaño. Al paso de los años sabemos que este hecho violento fue una manifestación del crimen organizado para intimidar a la primera mujer electa gobernadora. El contar con un reconocido policía al mando de la Secretaría de Seguridad Publica fue piedra angular para construir el clima pacífico actual.

Durante dos periodos de gobierno, el comandante Felipe Saidén ha estado al frente de la SSP; criticado por algunos grupos conservadores inconformes del Estado, por los numerosos retenes que circundan la entrada a Yucatán, ha demostrado de manera fehaciente lo efectivo de la estrategia. No hay duda de la eficiencia de una policía profesional y científica, como ciudadanos de a pie no alcanzamos a reconocer la intrincada red de inteligencia de nuestro aparato policiaco que mantiene a raya a los malandrines. Repito, el contar con un policía de carrera como jefe de los sistemas de seguridad obliga a los subalternos a una actuación responsable.

En estas próximas elecciones para la gubernatura van a existir algunas desestabilizaciones de aquellos que ven a nuestro estado como un filón de oro para explotar el comercio de productos prohibidos y otros delitos colaterales, de ahí que Felipe Saidén se convierta en el amuleto de la buena suerte para el candidato que desee ganar las elecciones, el Mauricio que logre convencer al comandante Saidén de permanecer al frente de la policía seguramente puede entonar canción de triunfo. Porque ninguna promesa tiene tanta valía como preservar la seguridad pública.   

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