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Muchos de los acontecimientos trágicos, históricos y contemporáneos, acaecidos en nuestro terruño, tienen como origen un sentimiento étnico. Para la cultura dominante no resulta fácil entender los oscuros caminos que los mayas peninsulares han transitado hasta la actualidad, cargando en su memoria histórica siglos de opresión, hoy manifestada en formas sutiles de discriminación y olvido. La historia oficial no es pródiga con los héroes mayas. Se olvidan de que el principal protagonista de la independencia de Yucatán de la República Mexicana fue la presencia bélica de los indios de la península. Santiago Imán logró aglutinarlos y darles un rumbo a su existencia. Resultaron buenos soldados, tanto que hasta se logró derrotar al ejército de Santa Anna.

Las batallas entre las facciones de Mérida y Campeche resultaron buenas escuelas para la práctica de la guerra, ahí se doctoraron Cecilio Chi y Jacinto Pat, líderes de la mal llamada Guerra de Castas. Siempre me intrigó cuál fue el evento que prácticamente detonó esta confrontación belicosa entre los habitantes de la península, reyerta que continúa, claro que en otros términos simbólicos que afrentan la multiculturalidad ofrecida en la conformación moderna de la república.

Mi duda, surgida al escribir la novela: El llamado de los tunkules, ahora es menos después de leer la compilación documental de Laura Machuca y Carmen Méndez: Un desorden de consideración y trascendencia, los acontecimientos de Nohcacab, Uxmal y Chetulix en 1843.

Machuca y Méndez narran cómo, en plena Semana Santa de 1843, un grupo de indígenas mayas de Tixhualactún, comunidad oriental del estado, y de Nohcacab (hoy Santa Elena) asaltan las haciendas de Uxmal y Chetulix, donde, además de sustraer de las trojes miles de kilos de maíz, sacrifican decenas de cabezas de ganado, cuya carne fue repartida a la población de Santa Elena, y cobran la vida de tres personas. En esta acción, vuelve a cabalgar frente a mis ojos un viejo conocido, el originario de Loche: teniente coronel Pastor Gamboa, a quien, cuando conocí en mi documentación, era un simple guerrillero cobijado a la sombra de Santiago Imán.

Las autoras de esta investigación se llenan de méritos: primero no existía antes de este trabajo ninguno que documentara los hechos de Nohcacab (Santa Elena) y luego al trascribir los documentos de la investigación judicial llevada a cabo en contra de los cabecillas de esta rebelión abren una ventana al pasado. La obra completa la puede conseguir en Ciesas. 

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