Ante todo, la duda

Nunca me asumí como un adolescente “normal”, más bien era totalmente diferente a la llamada normalidad.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Nunca me asumí como un adolescente “normal”, más bien era totalmente diferente a la llamada normalidad; claro que, en ese entonces, no ser igual que los otros era sinónimo de aislamiento social. Creo que la razón por la cual me consideraba diferente era por mi insistente vicio de pensar y dudar; no podía estar sin darle vueltas a un tema para luego ir a otro, me cuestionaba cómo las cosas podían ser mejores, para después volverme a cuestionar sobre las personas que hacían las cosas de la misma manera sin cambios significativos.

Mi curiosidad para obtener respuestas era tan grande que me la pasaba indagando, cuestionando, investigando acerca de todo lo que pasaba a mi alrededor; me encantaba descubrir cómo algunas situaciones eran mejores en otros sitios y lo fácil que sería cambiar nuestro microentorno para ser mejores ciudadanos y personas.

Ante todo, la duda, la búsqueda de la razón de todo aquello que de manera sistemática se consideraba incuestionable, puesto que para mí transgredir los paradigmas no sólo es divertido, sino también obligatorio.

Ahora, como maestro, mi objetivo con mis estudiantes no es sacarlos de dudas, sino adentrarlos en ellas. Como decía Octavio Paz: “Aprender a dudar es aprender a pensar”. La duda nos hace personas que queremos ir y saber más allá de lo aparente, no nos basta conocer una parte de la historia, sino conocerla toda, con sus protagonistas, aristas y diferentes escenarios de construcción.

Para mi dudar no es negativo, sino son las ganas de buscar un conocimiento más elevado, la característica más importante de una mente segura de querer más, de saber más, de entender mejor su entorno para transformarlo y mejorarlo aún más.

Atreverse a preguntar no es fácil, sean cosas simples o complejas, el riesgo de parecer “ignorante” es lo que lleva a muchos a asumir lo dictado por otros sin siquiera cuestionarlo. Atreverse a dudar es un reto tan grande como aprender a pensar, porque nos permite descubrir diversas formas de enfrentarnos a un mismo problema, cuestiona nuestros paradigmas aprendidos y arraigados.

Si he logrado convencerte de que es mejor dudar que aceptar todo por hecho, déjame decirte que, como toda habilidad imprescindible, requerirá de una gran fuerza para enfrentarse a los prejuicios que dictan que aquel que duda lo único que busca es generar conflicto; porque, ante una sociedad autoritaria y escasa de humildad, el que duda siempre será un problema.

La búsqueda del conocimiento es continua, y la duda siempre será la característica que nos dicte nuestro propio camino; al final puedo decir que siempre me quedo con una duda: y es que no sé si sólo es una.

Lo más leído

skeleton





skeleton