La hija rebelde

El problema de Ivonne Ortega es que su progresismo actual contrasta con su papel como gobernadora.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Si algo han de presumir los priistas es su gran compromiso con la “institucionalidad”, que no es otra cosa que quedarse callado y esperar su turno de acceder al ejercicio del poder; en nombre de esta institucionalidad, los militantes priistas han permitido que muchas ilegalidades en nuestro país se concreten y queden impunes; aunque es importante no confundir con el “haiga sigo como haiga sido” del panismo de Felipe Calderón, el cual sólo sirve para la legitimación del poder.

Lo anterior lo traigo a colación, ya que en la próximas semanas veremos a grupos priistas muy movidos, previo a su asamblea nacional, la cual de paso servirá para establecer las reglas para el elegir a su próximo Cid campeador o campeadora, para los comicios federales en 2018; este personaje deberá ser el encargado de darle una estocada a la corrupción, la ilegalidad, el tráfico de influencias, el enriquecimiento ilícito, la malversación de fondos; es decir, sacar al PRI completamente de Los Pinos y aun así quedarse ahí. El próximo candidato o candidata deberá declararle la guerra a su partido, ya que no veo otra forma de que alguien vote por la continuidad del mismo, y ante este escenario la mejor vía es la creación, o más bien, la duplicación de la fórmula elegida por el ex presidente Felipe Calderón: convertirse en la hija desobediente. Fórmula que además le ha funcionado a la protagonista de este artículo, cuando le arrebató la candidatura a Dulce María Sauri, quien ya se veía en 2012 con un futuro dulce.

En Yucatán decir el nombre de “ella” es equivalente a corrupción, atraso, hospitales sin construir, trenes rápidos fantasmas y unos cuantos calificativos y recordatorios hacia su madre; otros pocos y aun trabajadores del gobierno estatal o jefas de manzana la recuerdan con admiración y respeto, ya que una mujer de un municipio de fuera de Mérida llegó a convertirse en una de las más influyentes en la política mexicana.

Autoproclamada feminista, aunque no reconocida como tal, fue la única priista en votar a favor de la iniciativa presidencial sobre el matrimonio igualitario y abstenerse en la votación para la Reforma Energética; renunció a su cargo de diputada federal para formar un movimiento en contra de las acciones y políticas implementadas por el presidente Peña, y de paso, iniciar formalmente su camino como precandidata a la Presidencia de la República.

Y para lograr lo anterior ha comenzado a reunir aliados y aliadas para combatir lo que ella llama un priismo que no escucha a sus militantes, un priismo sordo ante la justicia social que clama el pueblo, un priismo inequitativo para las mujeres y ausente de la realidad social. El problema es que su discurso progresista contrasta mucho con su papel como gobernadora del Estado de Yucatán, donde fue todo, menos progresista.

Lo más leído

skeleton





skeleton