Nuestra hermosa y querida ciudad de Mérida –con riesgo de leerme etnocentrista- ha sido caracterizada, entre otras cosas, por su gran relevancia cultural; su arquitectura, bailes tradicionales, museos, calles e historia le aportan a cada visitante y ciudadano elementos que mejoran de manera directa su calidad de vida.

De un par de años a hoy, la oferta cultural se ha incrementado de manera importante; esto no ha sido casualidad, se nota que todo parte de una instrumentación adecuada de las políticas públicas culturales que abonan a gobernar una mejor urbe.

La cultura ha sido el puente que ha logrado unir a la ciudadanía con su aparato de gobierno municipal; ha quedado claro que no puede haber desarrollo si hay poca música, pocas artes, poco teatro, poca literatura; también habrá pocas posibilidades de alcanzar libertades fundamentales y desarrollo económico; basta con ver la gran derrama económica que se alcanzó el fin de semana en el centro histórico tras la última versión del Filux.

En esta ocasión la cultura se ha vuelto un elemento trascendental en la participación política, ya que ha sido el abono perfecto para la conglomeración de una gran cantidad de personas en torno a una misma temática, que además la disfrutan y comparten con sus pares; esta participación cultural posiciona el trabajo municipal estableciendo un precedente para futuras administraciones.

Además de los intercambios económicos y la participación política, la cultura es un elemento propio del funcionamiento de la solidaridad social y el apoyo mutuo. El sentido de cercanía con los otros miembros de la comunidad puede ser un bien de gran importancia para esa comunidad, lo cual se vuelve un capital social importante para la ciudad.

La cultura además forma valores, uno de los más importantes es la cohesión social, la cual es uno de los puntos más complicados en nuestra ciudad, debido a que históricamente ha existido una división –el llamado norte y sur- y, a pesar de los avances en infraestructura, no se ha logrado reducir dicha brecha; para ello la mejor manera es unir a toda la ciudad alrededor de uno o varios eventos de manera constante para coadyuvar a la reducción de esa separación.

La cultura influye en muchas determinantes de vidas e identidades, nos ayuda a tener una mente más amplia, a repensar las cosas de nuestra cotidianidad y a ser más respetuosos ante nuestras diferencias de clase, raza, género, profesión e identidad política. La identidad cultural es uno de los muchos aspectos de nuestra autorrealización, y es sólo una influencia entre muchas que pueden inspirar e intervenir en lo que hacemos y la manera en que lo hacemos, lo cual al final derivará en ayudarnos a construir ciudadanos de primer mundo.