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Poco después del estallido de la crisis financiera de México en 1994, el periodista y escritor Armando Fuentes Aguirre llevaba por varias ciudades del país una charla relativa al tema, en la que hacía un análisis profundo y certero y a la vez jocoso de las condiciones que prevalecían antes de esa debacle que alcanzó repercusiones internacionales.

“Estábamos como aquel tipo que venía cayendo de un edificio de 100 pisos, y a la altura del 50 dijo ‘pues hasta ahorita no ha pasado nada’”, expresó el catedrático saltillense para subrayar la increíble apatía con que los mexicanos veíamos acercarse la crisis, sin tomar previsiones.

Nos parece que mucho de ese desinterés o apatía puede verse de nuevo en la situación actual de México, cuando el presidente electo Andrés López se enreda cada día en diferentes situaciones riesgosas para el país.

El tema que recibe más reflectores es el de la construcción del nuevo aeropuerto internacional que requiere la Ciudad de México, una obra que ya está bastante avanzada pero que podría ser cancelada si finalmente el gobierno entrante decide mejor impulsar su proyecto que incluye adecuar la terminal aérea militar de Santa Lucía y ampliar la internacional de Toluca.

Todos dan sus opiniones a favor o en contra de alguna de esas dos opciones, que serán llevadas a consulta popular a fines de este mes, pero pocos enfatizan en las repercusiones financieras que generaría cancelar el magno proyecto de Texcoco, entre las cuales figuran una eventual severa devaluación del peso y la reducción de la calificación crediticia internacional de la economía mexicana, con todos los riesgos de fuga de capitales y cancelación de proyectos (menos empleos) que traería aparejada.

Así que mientras “disfrutamos” del debate y los enfrentamientos verbales entre quienes apoyan una u otra opción, probablemente nos estemos perfilando hacia una estrepitosa caída que acabe con nosotros mientras que, confiados o ignorantes o las dos cosas, nos decimos despreocupados porque “hasta ahorita no ha pasado nada”.

Quizá menos dramático, pero también digno de análisis, es el panorama que vemos en las primeras semanas del nuevo gobierno estatal, en las que es cada vez más claro que el gobernador Mauricio Vila Dosal se conducirá mayormente con base en estrategias y principios propios de la iniciativa privada, de la que es destacado integrante. El espacio no da ahora para abordar el tema, que es sin duda muy interesante e importante.

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