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Aunque la reforma educativa de 2013 ya fue sentenciada a una derogación, Esteban Moctezuma, próximo secretario de Educación Pública, dejó muy en claro que la evaluación docente continuará en el siguiente sexenio, pero sin la intención punitiva que tiene. Evaluar a los docentes para mejorar la calidad de la educación no es nada nuevo, como tampoco lo es la ineficacia de este propósito, ya que, con maestros mejor preparados, la calidad educativa se desplomó.

La historia de las evaluaciones se remonta al 19 de mayo de 1992, cuando se publica en el Diario Oficial de la Federación el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, del cual nace Carrera Magisterial para impulsar el arraigo y motivación del maestro, así como estimular la calidad de la educación y establecer un medio claro de mejoramiento profesional, material y de la condición social del maestro. En efecto, tuvimos excelentes maestros, pero esa calidad no se reflejó en la mejora educativa.

Diez años después, de 2003 y hasta 2012, llegaron los Exámenes Nacionales para la Actualización de Maestros en Servicio (Enams), abiertos a cualquier docente que quisiera tener un diagnóstico de sus competencias profesionales y orientación sobre cómo mejorar; sin embargo, menos del 20 por ciento de ellos participó en estas evaluaciones. Ante la indiferencia por los Enams, éstos fueron sustituidos por la Evaluación Universal, misma que fue implementada únicamente en 2012 con la participación de solo la mitad de los maestros programados. Con tres evaluaciones operando simultáneamente, el fracaso fue más que notorio, ya que el principal mecanismo de evaluación docente se usaba para otorgar recompensas a los maestros en vez de también dirigirse a la mejora de la práctica docente y al aprendizaje de niños y jóvenes.

Veinte años se tardaron en darse cuenta del error, con la reforma educativa de 2013 se impuso castigo para el maestro por las graves fallas en la política educativa; desde 2015 se implementó por primera vez la Evaluación del Desempeño Docente, en la que han participado poco más de 400 mil maestros, y los resultados siguen igual ¡Pero cómo cambiar cuando seguimos enseñando los mismos contenidos y evaluando con exámenes estandarizados sin observación en el aula y la deficiente retroalimentación y orientación formativa para los docentes! A ver qué se les ocurre ahora.

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