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Mira a tu alrededor. ¿a cuántas personas felices conoces? Esas personas genuinamente, contagiosamente e irreprimiblemente felices son un regalo para. Lideran con el ejemplo: ayudando a los demás a volver a sus centros de paz.

Te ayudan a darte cuenta de que la felicidad no depende de nada externo sino que es un arroyo continuo que procede de dentro. Su felicidad es calladamente “entusiasta”, que procede del griego “entheos”, que quiere decir “con Dios dentro”.

La gente feliz nos ayuda mucho a ver y sentir una versión viva del objetivo que es la felicidad, ya que nos anima y nos llena de energía, recordándonos lo que puede ser la vida. Las personas felices son un regalo para nosotros y para la vida.

Cuando damos felicidad, aumenta nuestra propia felicidad y el hecho de dar y recibir ésta la aumenta para el mundo. Cuando irradiamos felicidad, este don resuena y se amplifica en otras personas. Imagínate el regalo que le das a tu pareja al ser feliz.

Cuando una persona se encuentra con la felicidad, parece que ésta es un manantial que surge de su interior.

La felicidad puede seguir durante toda la vida, a pesar de sus altibajos y muchas lecciones, porque el tesoro por ejemplo en las relaciones es su potencial para hacernos mejores y conseguir que lo sean los demás.

Una persona feliz en la familia se convierte en su centro, inspirando a toda la familia a amar y a ser feliz, lo cual consigue que la carga de todos sea más ligera. Hace que los extraños se sientan como amigos y que los agravios no tengan mayor importancia.

La felicidad que procede del amor solo quiere amar y traer felicidad.
La felicidad encuentra lo que se puede amar en todas las criaturas.

Celebra todo lo que le dan y ve amor y diversión en todos y en todo. La felicidad en la vida es equivalente a gozar la vida. Bendecimos toda la vida y la vida nos bendice.

Empieza el día eligiendo la felicidad, compartiendo cualquier pequeño detalle que descubras para aumentarla. Puedes empezar por pensar en lo que te hace feliz o de qué puedes sentirte feliz.

Imagínate la felicidad inundándote, al mismo tiempo que emerge del mismísimo centro de tu ser, y extendiéndose hacia el exterior.

Es el regalo de Dios, recibido y compartido. Hará que tu día y tu vida sean completamente diferentes.

También hará que el mundo sea cada vez mejor.
¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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