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Hay algo casi trágico y hermoso en el intento de interpretar un poema. De pronto estamos frente al sentir de alguien que seguramente no consideró cada una de las cosas que estamos viviendo. Así, encontramos las palabras de quien ciertamente no escribió para nosotros y aun así lanzó sus versos con la esperanza de que unos ojos los leyeran. ¿Desde dónde me lees?

Reitero mi respeto hacia la poesía y el miedo que el intento de crearla supone. ¿Qué es esta magia que corre en la mente cuando en silencio podemos escuchar nuestra voz interna recitando un poema que golpea amable y fuertemente nuestra realidad?

Esta semana toca dirigir la vista hacia un poema que resulta en un intento de ubicarnos en la realidad humana. “Los que piensan que les ha llegado la hora” es un poema del escritor venezolano Guillermo Sucre, y viene a incomodar un poco nuestra existencia.

¿A qué me refiero? Sabemos que como seres sociales muchas veces somos percibidos de una u otra forma y que nuestras acciones corresponden tanto a un encasillamiento como a la urgencia de poder definirnos y distinguirnos de los demás. En cinco estrofas, el autor dispone de versos que en cuanto a sentido funcionan como una comparación; lo incómodo es que lo que compara son las conductas humanas.

Los que esperan, los que no esperan; los que saben que el destino llega a ellos y los que dan por sentado que siempre llegarán tarde al destino. Los que escriben para sobresalir y los que escriben para buscar la salida, los que viven para poner la vida en palabras y los que buscan poner palabras en la vida.

El poema pareciera un juego mental que al leerlo nos obliga a escoger el verso que mejor se acomode a nuestro imaginario. Pero cuidado, pareciera que hay un aire que juzga nuestras respuestas; no es sorpresa que encontremos que los primeros en juzgarnos seamos nosotros mismos. Las preguntas difíciles siempre suponen una introspección profunda, lo que surja de este ejercicio será nuestra esencia, nuestro color verdadero.

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