Columna "Lecturas", de Julia Yerves Díaz: Encuentros

Me han dicho que las cosas no son frágiles, que son las personas las que ahora parecen serlo mucho más

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Pensando en la fragilidad de las circunstancias, llego a un punto de encuentro en donde habría que repensar en qué radica lo frágil. Me han dicho que las cosas no son frágiles, que son las personas las que ahora parecen serlo mucho más. ¿Será el producto de las experiencias repetidas? Nos doblamos ante lo que ocurre, reaccionamos como lo dicta nuestro instinto; ya sea que nos protejamos o busquemos una salida rápida, pasar el golpe, dejar de ser movidos. Las almas se duelen. No sabemos por qué; lo cierto es que hay encanto en los movimientos próximos, de alguna manera somos nuestro propio factor sorpresa.

En Excesos (1971) del autor chileno Mauricio Wacquez, podemos ver la historia dividida en dos partes: un suceso y una consecuencia. Como si se tratara de un golpe y una reacción, o una pérdida y un intento por recuperar; incluso un error y el pánico de la aceptación. Invito a mirar la vida como acciones y reacciones constantes.

En una primera parte, se plantea la acción: “Antes, ayer, yo amaba a Irene. Hasta ayer en que ella se fue, yo la amaba locamente”. La consecuencia, naturalmente, es el resto del cuento que visualmente baila en dos partes definidas y se mete en las entrañas para hacernos seguir de cerca la reacción del hombre: un exceso.

Ha decidido convertirse en Irene y narra como quien habla y se mira frente al espejo al intentar delinearse los ojos cuidando que la línea principal del párpado no se corra.

No es un trabajo sencillo. Pronto, el sudor amenaza con destruir la base de maquillaje y siente en el estómago el temor de manchar el vestido y no lograr el aspecto que ella tenía cada noche. Pero lo logra, ahora él es Irene, y no va a dejarse. Su reacción ha sido ocupar el abandono, personalizarlo. No somos quiénes para juzgar, las almas viven de distintas maneras. Habría que considerar, si acaso por experimentación divertida, convertirnos en el golpe; habitar el lugar vacío. La perspectiva será enriquecedora, y por un momento, nada nos toca.

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