Epifanía

Mañana 6 de enero se cumple una de las grandes celebraciones de la cristiandad –especialmente de los católicos-.

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El Chef Gramático/SIPSE

Mérida, Yuc.- Mañana 6 de enero se cumple una de las grandes celebraciones de la cristiandad –especialmente de los católicos-. Con toda seguridad en Yucatán se trata de una de las fiestas de la mayor relevancia: la de los llamados Reyes Magos, Tres Reyes Magos o Tres Santos Reyes Magos (de Tizimín). Se trata de una festividad popular muy respetable por cuanto congrega a miles de creyentes llegados de todas partes del Estado y de fuera a rendir culto en esa ciudad oriental a esos personajes de los que habla Mateo (2:1-12). No dice que fueran reyes, ni tres ni santos y menos de Tizimín.

Sin embargo –sin afán iconoclasta- creo que vale la pena conocer la historia detrás del que hoy es uno de los grandes festejos cristianos. La Iglesia católica celebra mañana la Epifanía (o sea la manifestación de Jesús, hijo de Dios, a los gentiles, a los no judíos: epi- (por encima) y el verbo fainein (aparecer, verse o mostrarse). Es hasta fines del siglo XIII que Jacobus de Voragine (1228-1298), Obispo de Génova, escribió La leyenda dorada, en donde hace el retrato de todos los santos y santas católicos e incluye a los Magos de Oriente, reuniendo todas las tradiciones que sobre ellos circulaban hasta el momento, incluso los nombres que se les había empezado a dar desde el siglo VI. Su descripción fue la siguiente:

“El primero de los magos se llamaba Melchor, era un anciano de cabellos blancos y larga barba. Obsequió el oro al Señor como su rey, porque el oro significa la realeza de Cristo. El segundo, llamado Gaspar, joven, sin barba, rojo de tez, rindió a Jesús, a través del incienso, el homenaje a su divinidad. El tercero, de rostro negro, luciendo toda la barba, se llamaba Baltasar; la mirra en sus manos recordaba que el Hijo debía morir” (https://www.infobae.com/2014/01/06/1535174-la-historia-detras-los-reyes-magos/).

No están canonizados, es decir reconocidos como santos por la Iglesia, pero la tradición popular los señala como tales. Celebrarlos no hace daño, imitarlos sí haría mucho bien.

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