Con un libro entre las manos

La lectura posee una atracción indescriptible porque seduce...

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En por lo menos dos de sus retratos más famosos, Sor Juana aparece con un libro entre las manos. En uno, de autor desconocido, la bella y joven Juana Inés, seguramente en sus años de vida en la Corte, posa de perfil con un libro cerrado en la mano derecha. En el otro, de 1750, pintado por Miguel Cabrera, vemos a la monja escritora sentada, con una mano en su rosario y la otra tocando sutilmente un libro abierto; detrás de ella, silenciosos, algunos de sus más de cuatro mil ejemplares que los especialistas aseguran llegó a contener su vasta biblioteca, misma que, aparentemente, en sus últimos años de vida encargó su venta al sacerdote José Lombeida para ayudar a los enfermos por las epidemias y los afectados por las hambrunas frecuentes a finales del siglo XVII.

Así como nuestra Décima Musa, la imagen de tener un libro en las manos se hará más popular en el siglo XX gracias a la fotografía que permitió retratar a los escritores con sus libros o sus bibliotecas. Una de las más emblemáticas, en blanco y negro, es de Virginia Woolf, sentada en un sofá mira de frente a la cámara y sostiene con la mano izquierda sus anteojos y con la derecha un libro abierto, retrato perfecto de la lectora voraz y crítica literaria exigente que fue, pues de la obra cumbre de James Joyce, “Ulises” ella dice: “Creo que es una obra fallida. El libro es difuso. Es enmarañado. Es pretencioso”, y vaya que no podemos juzgarla por estos directos comentarios.

Pero curiosamente, años más tarde, este mismo libro lo sostiene entre sus sensuales manos el ícono sexual hollywoodense en una de sus fotografías más famosas, tomada por Eve Arnold en 1955, donde aparece, claro, Marilyn Monroe concentrada en la lectura de este controvertido libro que pareciera ser un gran hallazgo para ella y una ruptura del estereotipo de la mujer bonita, pero tonta.

Muchos otros personajes repiten la escena: el “Che” Guevara leyendo “Werther” de Goethe; Onetti, Truman Capote, Gabriela Mistral, Doris Lessing y la lista es enorme, porque qué bibliófilo se resiste a ser inmortalizado y recordado con lo más valioso que posee.

Estas fotografías nos muestran que la lectura, como el acto íntimo más legendario del ser humano, posee una atracción indescriptible porque seduce, y cuántas veces los lectores anónimos no se han quedado dormidos por la fatiga, rendidos sosteniendo un libro, o más que un libro, un sueño, un ideal, una utopía, una pasión, una compañía o el mundo entero, porque todo eso y mucho más se puede tener simplemente con un libro entre las manos.

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