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Con dolor nuevamente defiendo la magia frente a aquellos que la han perdido, que no creen en ella y la desean destruir. La magia más grande se llama vida y se contempla que sea literalmente descuartizada en otro país más con la nueva legalización del aborto y bajo premisas que demuestran la mediocridad de ideologías que olvidan los valores humanos. El aborto es una decisión tan miserable que un niño debe morir para que tú puedas vivir como deseas, dijo la madre Teresa de Calcuta, y la respuesta proabortista ha sido que aquello que está en el vientre aún no es un niño, es un embrión, como si el canal de parto fuera lo que “mágicamente” convierte al embrión en humano. La ciencia es clara, ese cúmulo de células contiene material genético humano propio, diferente al de la madre, contradiciendo la premisa de Argentina: ¡libertad de elegir sobre su cuerpo!, puesto que científicamente son cuerpos distintos.

Por ahí dicen que la necesidad de legalizar es evitar su práctica clandestina y las muertes que causa, pero ni en México ni en Argentina es un problema de salud por los pocos casos. Un problema de salud pública es la cocaína o el feminicidio, causan más muertes y son ilegales. Si la forma de vencer lo clandestino es permitiendo lo ilegal entonces legalicemos la droga y el asesinato, aunque esto último ya se está logrando intrauterinamente. La mejor forma de vencer el embarazo no deseado es con amor, responsabilidad y conocimiento. Nos dejamos llevar por el miedo de acercarnos a pedir un condón u otro método anticonceptivo. Hasta las clínicas más pobres tienen gratis DIUs e implantes.

No busquemos una solución fácil a nuestros errores queriendo tapar el sol con un dedo; mejor eduquemos, amemos y valoremos la magia de la vida.

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