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Cuando parecía que todo estaba perdido y que el odio partidista se apoderaba de la población, surgió una magia que me demostró que, ante todo, el yucateco ofrece solidaridad.

No les haré tan largo el cuento con cada peripecia por las que los detrimentos de la unidad médica en la que estoy nos han llevado a mí y al equipo debido a una terrible falta de presupuesto en tiempos electorales. Basta con contarles que esta semana estuvo salada, pues, tras contaminarse el pozo que nutría a la clínica, la bomba de agua falló. Entonces ahí estábamos, en una unidad alejada y sin agua, pues además resulta que en sitios marginados como ese el agua potable no se distribuye a toda la comunidad al mismo tiempo sino que se divide por horarios: el lado izquierdo del pueblo la recibe por la mañana y el derecho por la tarde; así que, viendo nuestra necesidad, la bella gente del pueblo hizo uso de la magia de la bondad llevándonos cubetas de agua potable para que los médicos pudiéramos bañarnos. Parecía que ese apoyo era demasiado, pero sorprendió más cuando los jóvenes dejaron de rascarse el tuch y se unieron a otros hombres, mujeres y un polivalente para bajar un tinaco de concreto del techo de la clínica y convertirlo en cisterna donde pudiéramos almacenar agua en lo que el gobierno reúne los materiales para la reparación.

Es imperante resaltar cómo los héroes seguimos siendo nosotros: el pueblo y con acento en la gente humilde, esos que comparten todo, los que cargaron sus cubetas con agua potable y los que nos llevaron comida cuando nos quedamos sin gas; mientras los candidatos, en lugar de luchar por conseguirles un lugar mejor, les lanzan migajas envueltas en mentiras que enamoran.

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