|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Tengo un segundo padre y una segunda madre que en mi vida han sembrado numerosas semillas que poco a poco veo florecer, que en su amor incondicional y un tanto consentidor me han enseñado un mundo que solo la experiencia de los años te permite conocer, me demuestran a diario que es mejor no correr sino caminar, pues cada paso requiere ser precavido para que sea seguro y exitoso. Estos segundos padres también me han enseñado, como Newton, que “cada acción tiene una reacción” y por ello es importante vivir analizando consecuencias, no las malas que nos detengan sino las mágicas que nos fortalecen y, junto con ello, me han demostrado que la vida no es pasajera al descubrir la inmortalidad y que ésta se encuentra en la trascendencia mediante nuestros actos y el bien que a diario realizamos.

Mis segundos padres son maravillosos, no solo me hablan de Dios sino que me lo han presentado, me han enseñado que la familia unida es el motor de nuestra vida pese a cualquier disgusto y me demuestran que para los hijos, los nietos, primos o cualquier familiar, siempre hay que estar ahí. Y aunque no fueron ellos quienes me dieron la vida, es por ellos que la tengo, pues en busca de la trascendencia que ya han logrado existo y con enseñanzas que enormemente agradezco aunque quizá jamás lo logre demostrar. Estoy seguro que, aunque mis segundos padres un día no estén, mi corazón aún latirá por el fervor de sus consejos que son los faros de mi existir.

Son los segundos padres, los abuelos, personas fabulosas, que orientan en la vida si los sabemos escuchar, que te impulsan a salir adelante con su experiencia si se los permites y a los que este 28, en su día, vale mucho la pena ir a visitar. 

Lo más leído

skeleton





skeleton